Sidney. - Cerca de 300 mil hectáreas de bosques ya desaparecieron bajo el fuego como consecuencia de los incendios forestales que comenzaron el 25 de diciembre en Australia. Ayer la policía ahondó las pistas que plantea que las llamas tuvieron un origen provocado: arrestó a 21 personas, entre ellas catorce adolescentes, bajo la sospecha de que podrían haber iniciado el fuego que devastó los alrededores de Sydney, la mayor ciudad australiana. Las altas temperaturas, cercanas a los 40 grados centígrado, empeoran el cuadro de situación, en especial en el estado de Nueva Gales del Sur, donde los vientos alcanzan hasta 100 kilómetros por hora. Más de 20 mil bomberos, el mayor número jamás desplegado en Australia para hacer frente a un desastre natural, fueron movilizados junto a efectivos de la marina y del ejército, que colaboran también con helicópteros. A ellos se suman miles de voluntarios, muchos de ellos llegados desde otros estados australianos e incluso desde Nueva Zelanda. "Tenemos que lidiar con un perímetro de fuego de unos 2.000 kilómetros en un día que no invita a otra cosa que buscar una piscina. Los bomberos están sintiendo la tensión", indicó el jefe de bomberos rurales en la zona, Phil Koperberg, quien remarcó que la mayoría de los más de cien focos tuvieron origen intencional. El premier de Nueva Gales del sur, Andrew Refshauge, anunció que los pirómanos serán duramente castigados. Las penas por ese tipo de acciones alcanzan los 14 años de prisión. Las llamas consumieron hasta ayer 160 viviendas y circundan amenazantes la ciudad de Canberra, mientras unas 4 mil personas fueron evacuadas en la periferia sur y oeste de Sydney. Por el momento no se registraron muertos, ni heridos graves, pero las autoridades declararon el estado de emergencia. Desde el sector sur de Sydney, las llamas se introdujeron en la localidad de Sussex Inlet -a unos 100 kilómetros de la metrópolis-, donde destruyeron varias residencias y provocaron un caos generalizado en la zona. Miles de residentes y veraneantes debieron abandonar sus casas, aunque gran parte de los evacuados se verán obligados a pasar la noche en la playa, ya que los dos centros cercanos a Sussex Inlet no poseen la capacidad suficiente para albergar a todas las personas. Asimismo, muchos habitantes de la zona norte y nordeste -donde las llamas cruzaron las carreteras- evacuaron sus casas cuando el fuego avanzó hasta un cuello de botella que conduce al Parque Nacional de Lane Cove, situado a tan sólo 10 kilómetros del centro de Sydney, aunque más de 400 bomberos consiguieron controlarlo. Unas 12 mil personas se encuentran sin energía eléctrica, mientras que caminos y vías del ferrocarril se encuentran interrumpidas. Cientos de automóviles resultaron destruidos por las llamas, que también devastaron parte de la fauna silvestre y doméstica australiana y consumieron cientos de miles de hectáreas de bosques. Desde hace días, una espesa cortina de humo cubre la cuenca de Sydney, elevando a niveles récord los índices de contaminación ambiental y limitando la visibilidad a unos pocos metros. Las autoridades recomendaron a la población con problemas respiratorios no salir de sus casas. Al cuadro de situación se suman también los saqueos de las viviendas que debieron ser abandonadas por sus propietarios. Incluso fueron robadas en el sur de Sydney pertenencias de bomberos que habían salido a combatir el fuego. Los incendios que estallaron en Navidad son los peores en el área de Sydney desde 1994, cuando cuatro personas murieron y 185 viviendas resultaron destruidas. El mayor desastre ocasionado por el fuego en Australia se remonta a febrero de 1983, cuando murieron 76 personas. Los daños provocados en esta ocasión superan los 56 millones de dólares australianos que los incendios ocasionaron en 1994, mientras que las miles de denuncias presentadas a las compañías de seguros ascienden a unos 50 millones de dólares. (Ansa-Reuters-Télam/SNI).
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