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Rosario,
lunes  31 de
diciembre de 2001
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Gobernar es exportar

Angel Fernando Girardi

En reiteradas oportunidades se viene diciendo, en medio de esta crisis económica terminal, que todos los sectores de la sociedad argentina deberían formular una severa autocrítica que lleve a descubrir y analizar los errores del pasado. De esta obligación no tendría que considerarse excluido ningún sector.
Como integrante del sector agropecuario, haré un breve análisis del comportamiento que ha tenido el mismo en los últimos cuarenta años.
Paso a consignar algunos datos históricos que nos servirán de base para las conclusiones finales de la presente nota.
En 1960 la Argentina exportaba por 1.079,2 millones de dólares. De éstos, 1.045,30 millones eran del campo, en tanto 33,9 de la industria. La deuda externa entonces era de 1.478 millones. Todas las exportaciones representaban un 73% de la misma.
En 1970 las exportaciones sumaban 1.773,2 millones de dólares. El campo aportaba 1.532 millones y la industria 241,20 millones. La deuda externa entonces era de 3.875 millones de dólares. Todo lo exportado representaba un 46% de la deuda.
En 1980 el total exportado fue de 8.021,4 millones de dólares. De los cuales el agro sumó 5.891,10 millones y la industria 2.130,30. La deuda externa entonces era de 27.162 millones. Nuestras exportaciones significaban sólo un 30% de la misma.
En 1990 el total de exportaciones fue de 12.352,5 millones, correspondiéndole al campo 7.547,60 millones y 4.805 a la industria. La deuda externa entonces era de 60.973 millones. Lo exportado sólo cubre ahora un 20% de la misma.
En 1998 el total exportado fue de 25.948 millones. El campo se anotó con 13.500 millones y la industria con 12.448 millones. La deuda externa entonces era de 139.317 millones. Nuestras exportaciones representan un 18% de la deuda.
En forma muy sintética, podemos además remarcar que en los últimos treinta años los productores aumentaron en más del 127% la superficie sembrada y que, también, la producción de granos fue altamente optimizada, superándose en más de un 221% con relación a lo que se lograba en 1970.
Logro productivo, gasto improductivo
Se pueden extraer las siguientes conclusiones:
1º) En los últimos 40 años (1960-2000) el agro pasó de exportar 1.079 millones de dólares a 13.500 millones de dólares, es decir, aumentó un 1.250% su capacidad de generar mayores ingresos de divisas al país.
Como contracara, la deuda externa, generada en su mayor parte por gastos improductivos y equivocada administración del Estado, creció un 9.426%, es decir, ocho veces más que lo que fue todo el logro productivo del campo y la agroindustria.
2º)Si bien es notable el esfuerzo realizado por todo nuestro sector, que debió soportar retenciones y cambios diferenciales, donde incluyo no sólo a los productores agrícola-ganaderos, sino a la agroindustria, a las asociaciones intermedias, al Inta y a los servicios, nos encontramos con una grave falla en el esfuerzo de crecimiento, generada por el sistema bancario, tanto oficial como privado: desde la década de 1980 hasta la actualidad, el crédito se tornó inaccesible para el pequeño y mediano productor y, lo que es más grave aún, se agudizaron las quiebras y su lógica consecuencia fue la desaparición de muchísimas pequeñas explotaciones; se estiman en más de 60.000 los pequeños productores que en los últimos años abandonaron el campo.
3º) Por otro lado, la denodada labor del sector agrícola para la incorporación de semillas de máxima calidad, la optimización de los rindes mediante la siembra directa y la biotecnología, el duro esfuerzo de los ganaderos por mejorar el nivel de calidad de la hacienda y la modernización de la industria frigorífica han sido opacados por la falta de una política externa eficiente y agresiva para abrir nuevos mercados y poder así colocar nuestros productos a un mejor precio. La caída de los precios reflejada en los cuadros anteriores pone de resalto la crítica situación del agro, que no llega a cubrir sus costos.
En Argentina, país esencialmente agrícola-ganadero, con uno de los mejores climas del mundo, los productores agropecuarios debieron durante muchos años contribuir, con retenciones y derechos diferenciales, a la incipiente industria nacional; ahora que los precios internacionales de las commodities no son compensatorios para los productores agropecuarios, ni el Estado ni la industria pueden ayudarlos. ¿Qué podemos hacer entonces los que hemos nacido y nos hemos criado en el campo, y lo seguimos queriendo cada vez más? Lo primero que tenemos que hacer es tratar de conseguir que la sociedad argentina reconozca que "sin el campo no hay producción de alimentos y sin esto no hay vida" (1).
El mundo actual necesita más que nunca proveerse de alimentos y, sin dudas, esta demanda se irá acrecentando cada vez más. Esta es una oportunidad imperdible para nuestra Nación, tanto por lo que ya producimos como por el claro potencial natural y tecnológico que tenemos para incrementar nuestra producción.
Debemos procurar que nuestra soja tenga el tenor de grasa y proteínas que demandan los países importadores. En trigo, si bien no tenemos la óptima calidad de Canadá, país de clima frío -Argentina tiene un clima templado-, debemos entonces sembrar trigos duros con alto tenor de gluten y proteína. Nuestro maíz duro y colorado ya ha ganado la preferencia de los mercados. En girasol, volvimos a ser formadores del precio internacional. Nuestra carne roja, producida a campo, es la mejor del mundo, pues si bien nuestros rodeos -donde predominan las razas británicas y europea- son similares a los uruguayos, nuestros pastos son mejores; sólo debemos adoptar la trazabilidad, con lo que se aseguraría la inocuidad de la misma.
Con calidad y cantidad, con denominaciones de origen, con packaging y con un servicio exterior motivado a favor del posicionamiento de nuestra producción, incrementaremos sustancialmente nuestras exportaciones con el consiguiente ingreso de divisas, generando mejores condiciones de vida, tan necesarias para el bienestar de nuestra Nación.
Madurez se busca
El campo necesita, pues, sólo una sociedad adulta que administre premios y castigos y así, por lo que hemos hecho, por lo que estamos haciendo y por lo que podemos hacer, aprecio que merece, por parte del Estado nacional, un tratamiento equitativo para lograr un crecimiento sustentable y permanente de la producción agropecuaria, ictícola, hortícola y alimentaria.
Hoy más que nunca debemos asumir que el único respaldo de nuestra Nación es su producción, la Argentina jamás podrá tener el rango privilegiado de una cultura especulativa donde la fuente de riqueza son los bancos -caso Suiza- ni podrá llegar en el corto plazo a una reversión de todo su sistema industrial para generar tecnología de última generación. Nuestro pueblo tiene una cultura ancestral del trabajo de la tierra y es a partir de allí donde nos hemos destacado mundialmente.
Es por ello que se debe impulsar decididamente el crecimiento de todo el sector agropecuario, sin trabas tributarias ni retenciones injustas, con créditos a tasas internacionales y fletes racionales, a fin de que incremente su producción, la cual si se cumple la consigna de que gobernar es exportar, toda se colocará a buen precio, si nuestro servicio exterior trabajando coordinadamente con el
sector productor y exportador actúa con conocimiento y eficacia. Se generarán así las divisas genuinas que deberán estar al servicio de la salud, la educación, la seguridad, la creación de nuevos puestos de trabajo, al logro de mano de
obra más especializada y, por qué no, al necesario desarrollo de la industria nacional. Con todo ello, sin aislarnos del mundo, podremos salir adelante mediante un modelo de capitalismo autónomo con crecimiento hacia dentro de nuestras fronteras, donde el agro, la industria
y los servicios, en forma integral, propendan definitivamente al desarrollo de la Nación.
(*)Doctor en derecho
y productor agropecuario
(1) "La sociedad y el sector agropecuario", Angel F. Girardi, La Capital, 28/11/2000.



Cultivo de soja. El campo, base de la riqueza argentina.
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