Sebastián Riestra
She would never say where she came from/ Yesterday don't matter if it's gone". (Ella nunca dirá desde qué lugar viene/ El ayer no importa si ya se ha ido). La tarde rosarina de verano es un oprobio. El sol golpea contra los muros del edificio, que dan al oeste, y derrite todas las posibilidades exteriores de belleza. En esos momentos, todo lo que late está adentro, refugiado tras oscuras cortinas, acariciado por la brisa que emana de los ventiladores, mezclado con el perfume luminoso que se desprende de las sábanas. Es la siesta. Y en mi living, sumergido en la sombra, se escucha una voz. "While the sun is bright or in the darkest night/ No one knows, she comes and goes". (Cuando el sol brilla o en la noche más oscura/ Nadie sabe cómo, ella viene y se va). Piano, flauta, cello -lo toca Brian Jones, que aún estaba vivito y coleando-. Son los Stones, cuando no parecen ellos. Cuando, en realidad, se confunden con los siglos dieciséis y diecisiete, con Shakespeare, con Milton, con Marvell, con Dowland. Cuando se vuelven tan ingleses que dejan a T.S. Eliot a la altura de un neoyorquino del Bronx. Cuando, corriéndose del rock&roll más oscuro y denso, se convierten en aristócratas de Sussex, y cambian la viola eléctrica por el laúd y el bajo por el clave. Hermandades de sangre; es decir, de alma. "Goodbye Ruby Tuesday/ Who could hang a name on you/ When you change with every new day/ Still I'm gonna miss you". (Adiós, Ruby Tuesday. Quién pudiera darte un nombre. Aunque cambies con cada nuevo día/ Siempre te seguiré extrañando). Son los Rolling, los hijos de la furia. Pudieron haber sido Rachmaninov, Thelonious o el Polaco Goyeneche. Eso, acaso, no importe tanto. De lo que se trata es de que exista un refugio. De que quede tiempo. De que, oculto, camuflado, protegido tiernamente del país filicida y de la pena, palpite un corazón tibio donde dormir seguro cada noche. De que el amigo permanezca y el amor nos toque. "Don't question why she needs to be so free/ She'll tell you it's the only way to be". (No preguntes por qué ella necesita ser tan libre/ Te dirá que esa es la única manera de vivir). No mucho más que eso, una canción: así se llama la casa que nos abre su puerta y nos da amparo, alas, un camino. Simplemente, otro lugar al que viajar cuando llueva. Y últimamente, aquí ha llovido demasiado.
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