Christian Frigerio
La brillante serie de 11 triunfos consecutivos que consagró a San Lorenzo campeón del Clausura, y el renovado Racing que ganó el Apertura, quebró un pesado estigma de 35 años sin títulos y provocó un impacto a nivel popular, contrastó con las decepciones de River, que insinuó mucho, concretó poco y se quedó sin nada. El triunfo de San Lorenzo en el primer segmento de la temporada fue el eslabón inicial de una cadena exitosa que continuó Racing e interrumpió la hegemonía que habían impuesto en los últimos cinco torneos Boca y River, con tres y dos títulos, respectivamente, y que por riqueza de planteles y mayor poderío económico se perfilaban para acentuar su dominio. San Lorenzo fue el primer campeón del año, sustentado en el talento de Leandro Romagnoli y Walter Erviti, un goleador implacable como Bernardo Romeo, la enorme categoría de Fabricio Coloccini y el arquero Sebastián Saja, la gran aparición en ese puesto del fútbol argentino. El equipo de Boedo se constituyó, paradójicamente, a partir de una salida que fortaleció al plantel: la de Oscar Ruggeri de la dirección técnica. El alejamiento del Cabezón provocó el desembarco de Manuel Pellegrini, y San Lorenzo pateó literalmente el tablero en el fútbol local, porque al chileno le bastaron apenas unos días para poner a punto al plantel y conducirlo a las puertas del cielo. El Ciclón protagonizó un sprint de 11 triunfos consecutivos y cerró un torneo inolvidable, y en la segunda mitad del año quedó a un paso de conquistar la Mercosur y sumar el primer trofeo internacional. En tanto, el glorioso Racing Club dejó atrás la quiebra, el descenso y sus demás desdichas, apeló a un entrenador de bajo perfil y a jugadores de escaso renombre para reconciliarse con su historia y desatar el delirio contenido de sus hinchas. Mostaza Merlo fue el gestor de la hazaña y tan sólo Adrián Bastía brilló con luz propia, se destacó por sobre el resto y se graduó de ídolo, dentro de un equipo con mentalidad ganadora y actitud, un plus que define partidos y gana campeonatos. Se sabe, un buen resultado en un clásico constituye un aval apreciable, y ese gol de Gabriel Loeschbor sobre la hora que permitió empatar 1 a 1 con Independiente fue clave para lo que sucedió después. River, en tanto, comenzó el año con Américo Gallego como director técnico, pero el ciclo del Tolo se agotó al claudicar en la Libertadores y el Clausura, sumado a la intolerancia propia de la marcha frenética que lleva de la gloria al fracaso en cuestión de semanas y con una facilidad asombrosa. Se fue Gallego y la conducción Pintado-Davicce apeló al regreso de un hijo pródigo, Ramón Díaz, con la intención de recuperar la senda del triunfo y no perder las elecciones de fin de año, cosa que finalmente sucedió, ya que ni siquiera se presentaron a los comicios que consagraron a Aguilar. Ramón Díaz llegó con la misión de salvar la ropa, porque el incendio era inminente y River estaba urgido de oxígeno, pero no logró plasmar la superioridad que se les adjudicaba de antemano, aunque al menos mantuvo su histórico fútbol ofensivo y marcó en el Apertura nada menos que 51 goles en 19 partidos. Boca comenzó el año con un objetivo manifiesto: retener la Copa Libertadores, y lo logró en un año que según había anticipado Carlos Bianchi era de transición, algo que se confirmó en los torneos locales.Bastaron unas pocas fechas del Clausura y del Apertura para que las ilusiones de Boca se desplomaran de forma vertiginosa. En el Clausura el esfuerzo valió la pena, ya que Boca retuvo la Libertadores, pero en el Apertura no dio resultados y la caída con Bayern Munich en Tokio lo dejó sin Intercontinental. Boca no pudo reemplazar a Martín Palermo pese a ganar la Copa, tampoco encontró sustitutos para Jorge Bermúdez y Hugo Ibarra, y falló con las incorporaciones (la del brasileño Jorginho es de las más discretas que se recuerdan en la historia). La salida de Bianchi, impulsada por celos y ambiciones desmedidas de poder, fue juzgada por la gente, que dio su veredicto y volverá a manifestarse si no es buena la gestión del uruguayo Tabárez, contratado por descarte y merced a un currículum que podría, en principio, contener a los hinchas. Independiente ofreció una versión degradada de sí mismo, con un equipo apático y perdedor, combinación que precipitó la salida de Osvaldo Piazza primero y Enzo Trossero después, y también la dimisión de un histórico dirigente del club: Pedro Iso. Rosario Central, con su acceso a semifinales de la Copa Libertadores, y Colón, de muy buena campaña en el Apertura, se mantuvieron a la vanguardia del tercer mundo futbolístico.
|  Racing se dio el gusto de dar la vuelta olímpica. |  | Ampliar Foto |  |  |
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