Año CXXXV
 Nº 49.345
Rosario,
domingo  30 de
diciembre de 2001
Min 22º
Máx 31º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Las cacerolas volvieron y sacudieron el "corralito"

Javier Felcaro

"No hay forma de que hagan las cosas bien de entrada", bramó uno de los tantos rosarinos que ayer al mediodía escrutaban, perplejos, las tapas de los principales diarios en los quioscos de la peatonal Córdoba. El silencio fue la única respuesta, más allá de las miradas cómplices que, en realidad, lo dijeron todo.
En apenas una semana, las cacerolas que terminaron con un gobierno volvieron a ponerle música a la bronca. ¿Por qué? La luz roja que se encendió tan sólo siete días atrás fue ignorada por la ceguera oficial. Lo mismo había ocurrido con el prolijo pero lapidario mensaje de las urnas, el 14 de octubre pasado, olímpicamente desoído.
La operación optimismo de Adolfo Rodríguez Saá duró lo mismo que un terrón de azúcar en el café. La apuesta por la recuperación de la mística peronista se perdió con la salida a escena de un entorno altamente cuestionable, la detonación de otra interna feroz y la confirmación de que el corralito seguirá asfixiando los depósitos.
Para colmo, la apresurada instantánea con los devaluados gordos cegetistas fue otro sapo que la mayor parte de la sociedad rehusó digerir, harta de constantes patadas al hígado.
La lógica que le siguió a la caída de Fernando de la Rúa apuntaba a acciones de gobierno concretas como la vía más efectiva para paliar la grave crisis económica, política y social que sofoca a la Argentina. Estupefactos, los ciudadanos recibieron un contramensaje cargado de desilusión.
Pero la sorpresa fue mayor cuando el propio Rodríguez Saá demostró, paradójicamente con un puñado de anuncios, que sus aspiraciones iban más allá del límite pautado para el 3 de marzo.
La puja de poder volvió a comerse todo. Incluso a la protesta ruidosa pero pacífica, que otra vez fue infiltrada por la violencia promovida desde algunos sectores en pugna, habituados a jugar un perverso ajedrez con piezas de carne y hueso.
Nadie quedó exento de los reproches. Y los llamados de atención irán in crescendo si la responsabilidad no se convierte en la premisa madre, acompañada por un golpe de timón por parte de aquellos que sí pueden generar otro modo de hacer política, además de respuestas palpables para sustentar una democracia que pide a gritos entrar en la era de la madurez.
Es alarmante que algunos funcionarios no hayan interpretado la nueva ola de furia que pocas horas antes cercó a la casa Rosada y encendió hogueras en el Congreso. "El presidente está lúcido, pero no es Mandrake. El problema es económico y financiero", le dijo ayer un ministro a La Capital pidiendo reserva de la fuente. Otra voz se sinceró, vía celular, desde los jardines de Olivos: "Esto es muy lamentable; ahora sí estamos jugando con fuego".
Las soluciones mágicas no existen, y no alcanza con sacrificar alfiles. La sola reiteración de intenciones colmadas de efusividad y la incomprensión de los mensajes populares llevarán a este gobierno a la inmolación. Ahora es la gente la que mide los tiempos.


Diario La Capital todos los derechos reservados