Nueva York. - El alcalde Rudolph Giuliani, cuya figura con su gorra de béisbol y sus pequeños anteojos de metal se hizo famosa en todo el mundo desde los atentados del 11 de septiembre, termina el lunes 31 su gestión de ocho años al frente de la alcaldía de Nueva York, y los neoyorquinos sentirán su ausencia. Nominado personaje del año por la revista Time y el voto de miles de suscriptores, Giuliani, 57 años, no tiene asignado aún un nuevo rol en Nueva York, aunque mucho se ha hablado de entregarle la dirección del comité que se encargue de la reconstrucción de Manhattan.
Otros lo ven como futuro candidato a gobernador del estado de Nueva York. En realidad, él hubiera preferido quedarse al frente de esta ciudad que conoce al dedillo. Pero la ley no lo permite, y aunque hizo algunos intentos por evitarla en ocasión de las elecciones municipales de noviembre, terminó por aceptar su retirada, cediendo el paso al candidato republicano y actual alcalde electo, Michael Bloomberg.
Padre protector
Siempre polémico contra los políticos, los gestores del arte en la ciudad cuyas exposiciones no coincidían con su punto de vista moral, defensor a ultranza de la policía y criticado por esto por las minorías negras y latinas de la Gran Manzana que la acusan de racismo, Giuliani cambió rotundamente desde el 11 de septiembre, transformándose en una especie de padre protector de los neoyorquinos, desorientados ante tanta desolación. Su actitud para enfrentar la crisis le valió elogios incluso de la oposición política.
Aquel día estaba en un edificio cercano a las Torres Gemelas cuando el segundo avión secuestrado se estrelló contra ellas. Salió del lugar como pudo y trató de llegar hasta el World Trade Center. En el camino se encontró con el capellán de los bomberos Mychal Judge y fue uno de los últimos en verlo vivo. El Padre Judge murió sepultado por los escombros, contó la revista Time.
Desde muy cerca de uno de los edificios del complejo del World Trade Center, el número 6, Giuliani vio saltar a un hombre entre las llamas. Había por lo menos 100 pisos entre él y la tierra. El hombre voló en el espacio y se estrelló contra el techo del edificio 6, contó el alcalde.
En la primera línea
Para muchos en la ciudad traumatizada, la simple imagen de Giuliani, cubierto de polvo y junto a los hombres y mujeres en primera línea, era reconfortante cuando todo lo demás parecía haber cambiado para siempre. Alentando la moral de una ciudad que a veces peca de presuntuosa, Giuliani dijo: "Vamos a reconstruir y no sólo a reconstruir, sino a salir de esto más fuertes que nunca".
Cada día hacía por lo menos dos ruedas de prensa para informar a la opinión pública, la prensa y los familiares sobre la búsqueda de sobrevivientes. Y los preparó cuando al cabo de una semana ya no había más esperanzas para los más de 2.000 sepultados bajo las ruinas. Visitó a menudo los hospitales, se encontró con las familias de las víctimas, asistió a decenas de funerales, en definitiva, estuvo siempre presente. Dicen que dormía con el televisor encendido por si algo sucedía durante la noche y con las embarradas botas con las que visitaba las ruinas del WTC, al lado de la cama, listas para calzárselas y correr.
Un duro contra el crimen
Este hombre de origen italiano y católico practicante, que estudió abogacía y fue el número 3 del Departamento de Justicia en Washington durante la presidencia de Ronald Reagan, fue nombrado en 1983 fiscal federal para al Distrito Sur de Nueva York. Se hizo cargo de la alcaldía en 1994, cuando la ciudad estaba abatida por el crimen organizado, los traficantes de drogas, los asesinos y asaltantes. En pocos años logró reducir la tasa de criminalidad a los niveles más bajos de los EEUU y la ciudad volvió a ser nuevamente segura. Este fue el gran logro de su carrera hasta el 11 de septiembre.
Un cáncer de próstata y una amarga "guerra" con Donna Hanover, su segunda esposa y madre de sus dos hijos, Caroline, de 12 años, y Andrew, de 15, habían sido un mazazo para él durante el año 2000. Renunció a ser candidato al Senado y la elección la ganó Hillary Clinton, y él se dedicó a curarse. Giuliani cambió desde que hizo el tratamiento contra el cáncer, dicen sus allegados. Y él reconoce que se vio enfrentado por primera vez a la muerte y revaloró muchas cosas.
Ese antecedente tal vez lo transformó, sin querer, en la persona sensible pero de mano firme que necesitó Nueva York el 11 de septiembre. El dice que se inspiró en Winston Churchill, leyendo una biografía, y en su accionar en 1940 cuando Londres fue bombardeada.
Una encuesta publicada recientemente mostró que el nivel de aprobación de la gestión de Giuliani entre los neoyorquinos es superior al 90%. (DPA)