Año CXXXV
 Nº 49.344
Rosario,
sábado  29 de
diciembre de 2001
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Panorama
Un nuevo año de incertidumbre para el campo
La salida de Cavallo y De la Rúa marcó un final de época. En el medio de la crisis, el sector analiza cómo serán los nuevos tiempos económicos

Alvaro Torriglia

Para el sector agropecuario, y para el país en general, este fin de año se asemeja también a un final de época. La salida de Domingo Cavallo del gobierno, más aún que la de Fernando de la Rúa, es la imagen que mejor simboliza este punto de inflexión. Aún cuando el programa político y económico que se viene está aún en definición, hay elementos suficientes para concluir que habrá que acostumbrarse a manejarse en una economía distinta.
La aparición de la tercera moneda, que en los hechos implica el fin de la convertibilidad; el default, la inmovilización o algo más de los depósitos, el control de cambios, y los reflejos hiperinflacionarios que se traducen en maniobras especulativas o remarcaciones, ya están impactando en el sector. En las empresas agropecuarias, los gerentes que poseen el know how de la década del 80 comienzan a subir en la cotizaciones y, al igual que lo que pasó en los primeros tiempos de la convertibilidad, crece la percepción de que los ganadores de la nueva época serán los que más rápido sepan leer los cambios que operarán en la economía.
Hoy por hoy, el escenario está determinado por la incertidumbre, que es el peor negocio para el sector agropecuario. Otra vez, el mercado estuvo paralizado durante gran parte de la semana. Raúl Padilla, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara), que nuclea al principal complejo exportador, advirtió: "Una mala salida de la convertibilidad afectaría seriamente una de las pocas actividades dinámicas que tiene Argentina, que es la actividad agroexportadora, nuestra actividad no va a exportar más porque haya una devaluación".
La advertencia marca una posición dentro de las discusiones que por estos días se dan en el sector productor. Está disputa estalló en el seno del Grupo Productivo entre la Unión Industrial Argentina (UIA) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), cuando la primera de las entidades hizo circular un borrador de plan económico en el que incluía la devaluación. Los ruralistas pusieron el grito en el cielo y advirtieron que la deuda de los productores asciende a 6 mil millones de dólares con el sector financiero y 3 mil millones con el sector comercial, además de tener 14 millones de hectáreas hipotecadas.
El retorno de las retenciones a las agroexportaciones, que tradicionalmente acompañaron los procesos de flotación cambiaria, también fue motivo de un enérgico reclamo. El presidente Adolfo Rodríguez Saá aseguró que no volverían pero la incertidumbre en el campo sigue.
Para las firmas exportadoras, el miedo es qué suerte correrán los mil millones de dólares en acreencias por devolución de impuestos.
"Si bien la devaluación puede significar algunos pesos más para los exportadores, en este país esa salida es como darle un arma a un loco, en el campo la prioridad es que haya reglas claras, además cuando hubo devaluación también volvieron las retenciones", señaló un reconocido analista del mercado rosarino que prefirió el off the récord.
Los exportadores están preocupados, además, por el futuro de los mil millones de dólares en acreencias que tienen por devolución de impuestos. También por la fórmula de la liquidación de las divisas que obtienen por las ventas al exterior. En este contexto de inmovilización de capitales, cada dólar que ingresa pasa al circuito bancario local, queda virtualmente a disposición del gobierno y el sector financiero.
La buena recepción que tuvo la introducción del factor convergencia entre los exportadores, quizás una de las pocas medidas implementadas por Cavallo que fue saludada, es un indicio de que la relación cambiaria no es indiferente al sector agropecuario. A partir de allí, las opiniones divergen, y el temor a una devaluación descontrolada predomina, al menos, entre los empresarios que experimentaron un crecimiento durante la década del 90.

El efecto devaluación
Para Fernando Botta, consultor de empresas agropecuarias y asesor de grupos de Cambio Rural, para analizar por qué algunos piden y otros rechazan la devaluación, hay que analizar "cuáles son los beneficios y dónde están los problemas" del cambio de régimen cambiario.
Explicó que "en una devaluación sin complicaciones adicionales, en un mercado con estructura de libre flotación y sin restricciones de disponibilidad de la moneda, el productor de commodities se beneficia porque está siempre parado en dólares" pero "cuando se pone en el camino una restricción al movimiento de capital, la incertidumbre es cómo se mueve ese flujo de dinero, si el exportador puede disponer de esos dólares" y cuándo se los liquidan. "Ahí, los beneficios de la teoría se dan de bruces con la cruda realidad", señaló.
En un esquema de devaluación con retenciones y restricciones al movimiento de divisas, "el poder de compra de la soja, por ejemplo, es distinto si va destinado a la compra de insumos o a los bienes de consumo". En el primer caso, señaló, "el poder de compra cae porque los va a tener que pagar a paridad dólar, mientras que en el segundo aumenta porque el que tiene un producto exportable para vender va a tener más argentinos o la moneda que sea que el resto de los sectores en el mercado interno".
"Puede pasar algo parecido a lo que pasó en la década del 80, un productor que va a tener mayor capacidad de consumo pero menor capacidad de inversión, incluso puede darse alguna corriente inversora en el campo pero más atada al interés de posicionarse en los activos del sector, apostando a la revalorización de la tierra, que a la productividad".
Botta diferenció la situación de aquellos pequeños productores que "por distintas razones no tuvieron espaldas para aguantar la carrera por la escala y la productividad y vieron decrecer fuertemente sus ingresos. Es probable que en ese sector la devaluación sea bienvenida porque su problema es de sobrevivencia y lo que necesitan es tener un mayor nivel de ingresos".
En la otra punta, están los productores que "transformaron sus estructuras de gerenciamiento convirtiéndose en empresas agropecuarias, aumentaron su escala de producción, pudieron invertir y tecnificarse, y que privilegian la estabilidad para asegurar la expansión de sus empresas".
Botta se remitió a la comparación de los gráficos de producción de las décadas de los 80 y los 90, para señalar que "allí se ve claramente que la curva está planchada hasta el 91, cuando empieza a subir exponencialmente". La causa, entendió, "es el mejor acceso a la tecnología que compensó el retraso cambiario".

Ganadores y perdedores
Este esquema, está claro, tiene ganadores y perdedores. En el rubro agrícola, la expansión de la cadena de la soja es un ejemplo de ese fenómeno. De la mano de una renovada corriente inversora, el área sembrada pasó de poco menos de 5 millones de hectáreas en la campaña 90/91 a 11,6 millones de hectáreas en la presente campaña. La industrialización de aceites oleaginosos pasó en los 90 de 2.808.200 toneladas a 5.334.000 toneladas. En términos generales, las exportaciones de los principales productos agrícolas, se duplicaron.
Hacia el interior de las cadenas y según el estrato económico que se mida, la situación varía. Según distintos estudios recogidos por la Federación Agraria Argentina, fueron 100 mil las familias que debieron abandonar el campo en los últimos años. También hubo estancamiento en diversas economías regionales, sobre todo las que estaban vinculadas al mercado interno. En otros rubros agroindustriales, casi desaparecieron las fábricas de cosechadoras nacionales y de tractores.
"No es la producción la que está en crisis sino un amplio sector de los productores, se está diseñando una agricultura sin agricultores", señaló el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, durante el último congreso de la entidad.
La falta de un censo agropecuario impidió conocer a fondo los resultados de las transformaciones del 90. Una prueba piloto realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) realizada en el partido de Pergamino arrojó algunos datos preliminares sobre la concentración de la tierra en la zona núcleo: la superficie media pasó de 178 hectáreas a 230 entre el 88 y el 99. "Mientras que en el 88, el 55% de las explotaciones promedio se encontraban en el estrato menor de 100 hectáreas y el 93% en el estrato menor de 500 hectáreas, en el 99 el 48% tenía menos de 100 hectáreas y el 89% se encontraban en el estrato menos de 500 hectáreas".
En otros sectores, como el de la leche, el aumento exponencial de la producción conspiró contra los precios en un mercado que empezó a sentir la recesión interna a partir del año 98 y la ola de devaluaciones de países latinoamericanos en el 99. "En ese caso también influyó el hecho de que el aumento productivo no tenía una estrategia detrás, y la primera consecuencia del incremento de producción es la caída del precio".
Botta se inclinó por pensar que "el crecimiento por vía de la inversión y la productividad es más genuino que el mayor ingreso que puede derivar de una depreciación del tipo de cambio, sobre todo en un país donde la flotación de la moneda tendería a parecerse más a Brasil, donde el real se fue de 1 a 3, que la moneda de un país desarrollado, donde las bandas de fluctuación son más acotadas".
El consultor reconoció, no obstante, que la devaluación del real fue uno de los factores impulsó un boom exportador de soja en el último año en el país vecino: "Allí los exportadores podían disponer de sus divisas y les convenía comprar las soja en reales y venderla en dólares, al productor le cerró porque recibía más reales, lo que habría que ver es si ese mayor ingreso también va acompañado de inversión genuina".
"Buena parte de la competitividad a nivel internacional está dada por la tecnología, que es lo que permitió sobrevivir a los exportadores locales a pesar de la revaluación cambiaria", señaló. Y puso el caso de tecnologías comerciales, como el mercado de futuros y opciones, que tuvo un fuerte crecimiento en los 90. "La estabilidad es el mejor negocio para los futuros y si uno va al caso brasileño, allí se opera muy poco en relación al volumen de producción", señaló.
Con la tercera moneda en la calle, la salida de la convertibilidad parece un hecho. Si automáticamente el cambio de régimen monetario implica una vuelta a los 80, es una posibilidad que todavía está por definirse. En rigor, la economía argentina no es la misma de hace diez años y tampoco los actores.

El bicentenario
En el último coloquio del Instituto Argentino para el Desarrollo Empresario (Idea), Oscar Alvarado, lo espetó en un auditorio en el que había referentes de todos los sectores. "El mito de que los campos están manejados por rentistas en Buenos Aires quedó atrás, los productores han desarrollado un gerenciamiento moderno y profesional que muchos rubros de industriales y servicios deberían imitar. Con biotecnología, siembra directa y trabajo en redes, el sector es de lejos el más dinámico de la Argentina y todos los años invierte 8 mil millones para financiar cada campaña, una apuesta que implica mucha plata, mucho riesgo y mucho compromiso".
En ese encuentro, Alvarado dejó picando una apuesta. Llegar al 2010, año del bicentenario, con una cosecha de 92 millones de toneladas por un valor de 18 mil millones de dólares. Claro, poco después estallaba la crisis y caía De la Rúa. El futuro dirá si ese objetivo es posible de cumplir.



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