Los incendios más devastadores registrados en los últimos años en Australia se expandieron ayer en el sudeste del país sobre un frente de 700 kilómetros, dejando prácticamente encerrada la ciudad de Sydney, la más grande de Oceanía, con alrededor de cuatro millones de habitantes. Esta metrópoli quedó aislada del estado de Nueva Gales del Sur, dado que numerosas carreteras fueron cortadas y suspendido el tráfico ferroviario. El aeropuerto internacional, sin embargo, permanecía abierto.
Más de 5 mil bomberos luchaban desesperados contra las llamas fuera de control, que según los medios australianos ya arrasaron con más de 150 viviendas en Nueva Gales del Sur. Las autoridades declararon zona de catástrofe gran parte del estado. Miles de personas abandonaron sus hogares ante la cercanía de las llamas de hasta 50 metros de altura. Sobre Sydney se veían enormes nubes de humo, mientras caía una lluvia de cenizas y la humareda dificultaba la respiración.
Los bomberos contabilizaron ayer más de cien focos de incendio en el estado más poblado de Australia y señalaron que el fuego se expande a una velocidad de alrededor de diez kilómetros por hora. El jefe de los bomberos Phil Koperberg dijo que si las condiciones climáticas no cambian, el fuego probablemente se expanda aún varios días.
Vientos de hasta cien kilómetros por hora, favorecidos por la sequedad y las temperaturas de hasta 35 grados, avivaban las llamas. "Nunca vi algo así", dijo Koperberg. "No se puede hacer nada, salvo mirar", opinó otro bombero. Al menos 12.000 viviendas de la ciudad seguían sin suministro eléctrico. Un portavoz del gobierno dijo que de todas maneras es improbable que las llames lleguen hasta Sydney, aunque sobre todo los suburbios sí se verán afectados.
El primer ministro australiano, John Howard, prometió el envío de más soldados a las zonas afectadas. "Movilizaremos todos los recursos disponibles para apoyar a las autoridades de Nueva Gales del Sur", subrayó el mandatario.
En total, participan en las tareas de extinción del fuego más de 30 helicópteros y aviones. Decenas de bomberos tuvieron que ser tratados por heridas leves. Hasta ayer, sin embargo, no se registró ninguna víctima fatal.
Parque devastado
Un habitante de Sydney describía la situación en la ciudad como tranquila. "Es temporada de incendios y la gente está acostumbrada". Quien tenga que abandonar su casa, encuentra refugio en lo de amigos o familiares, añadió.
El fuego arrasó además el Royal National Park, el segundo parque nacional más antiguo del mundo. Se espera que la mayor parte del área del parque quede destruida por las llamas en las próximas 24 o 36 horas, explicó su director, Brian Gilligan. "Desde el punto de vista ecológico, es una tragedia, porque allí ya hubo un gran incendio en 1994 y el parque sólo se había recuperado parcialmente", agregó. Según sus cálculos, hasta ayer ya fueron víctima de las llamas unas 100 mil hectáreas del parque fundado en 1879.
El incendio despertó en muchos australianos recuerdos del infierno de 1994, cuando cuatro personas murieron, 185 casas fueron destruidas y 25 mil vecinos tuvieron que ser evacuados. Las autoridades creen que algunos de los focos de incendio se iniciaron esta vez de manera intencional, mientras que otros pueden tener su origen en relámpagos.
"En estas condiciones, con temperaturas altas y fuertes vientos, es una situación ideal para las personas que quieren causar daños y provocar el caos, y es difícil dar con estas personas", dijo un portavoz de los bomberos. (DPA)