Año CXXXV
 Nº 49.341
Rosario,
miércoles  26 de
diciembre de 2001
Min 19º
Máx 32º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Interiores: Aspirar

Jorge Luis Besso

Nada más natural en esta vida que aspirar y nada más tremendo que estos tiempos sean, precisamente los de aspirar a tener aspiraciones, ya que a mucho más no se puede aspirar. Estos tiempos no sólo son los de aquí, aunque aquí las cosas sean más difíciles que en otros lugares y menos difíciles que en otros tantos.
La cosa es que el humano es un aspirador básico y muchas veces un aspirador indiscriminado de humos y nieblas varias. Mucho más que eso, también es capaz de aspirar deliberadamente, y hasta compulsivamente, un humo tóxico por el que paga, que le resulta un elixir, pero que es capaz de obturar sus pulmones o cosas peores, ya sea como precio o como costo de un placer inmediato que en lo mediato lo puede dejar sin la capacidad de aspirar, o lisa y llanamente lo puede sacar de circulación.
Pero el humano a lo que más aspira es a la felicidad o a ser feliz, que tal vez no sea exactamente lo mismo, pues a veces el niño es feliz con los palitos tirados que encontró en el parque y que guarda celosamente, a diferencia del juguete electrónico que pisa con indiferencia y por el que la tía no cesa de preguntar por "cuanto" juega con el dichoso adminículo que con esmero narcisístico le regaló. La felicidad, como se sabe, es más bien un estado propio del paraíso que, por lo que sabemos, no sólo está cerrado, además se perdió la llave.
Las aspiraciones se organizan en:
a) Materiales.
b) Inmateriales.
c) Tóxicas.
En rigor lo tóxico es bastante más abundante de lo que parece pues a los humos y substancias varias que un sujeto consume, y con las que se consume, hay que agregarle ciertas aspiraciones tóxicas tanto materiales, como inmateriales.
Las aspiraciones materiales cuando son sin límite terminan por aspirarse al sujeto que desaparece dentro de su propia voracidad. Las aspiraciones inmateriales también pueden ser sin límite, en cuyo caso inflacionan al ser de tal forma que un entrecot jugoso (tan difícil de lograr) resulta de una materialidad insoportable para el tío atrapado en algún delirio místico, ideológico o equivalente.

Ollas
El miércoles 19 de diciembre del 2001 será recordado, analizado e interpretado por comentaristas y analistas varios, y convenientemente negado por los políticos de turno y los del turno que viene también, pues desde hace tiempo no se muestran muy receptivos a los mensajes de la gente ya que sus intereses personales los convierten en unos discapacitados (con plata) muy especiales: sordos y ciegos sociológicos.
Pero en la medianoche del miércoles comenzó a desparramarse por el cielo y por la tierra un repiqueteo reiterado y estridente que en los pasos y en los ecos de su recorrido terminó por tumbar un presidente que en el corto período de su presidencia sólo habló con sus asesores, que a su vez sólo hablaban entre ellos. El balance de dicha presidencia no pudo ser más pobre: el único éxito manifiesto es haberle conseguido novia al hijo.
Lo notable de las ollas de diciembre es que se transformaron en un clamor que bien podría traducirse como ¡Basta y fuera..!, pero además llegaron a una plaza histórica que durante años escuchó mensajes que venían desde los balcones, pero que desde hace años envía mensajes a los balcones del poder que por lo general no son muy escuchados.
Los mensajes, al igual que las palabras son polisémicos, es decir que tienen más de un sentido posible. Un ejemplo: el otro día le digo a mi pequeño hijo que está por cumplir 4 años, "llamá al ascensor", y me sorprende gritando: ¡ascensor..! Mi reacción fue más o menos la de la típica torpeza adulta: "me hiciste un chiste", a lo que tranquilamente él respondió.. "sí...".
Esto es que se trata de algo tan cotidiano que lo puede manejar un niño, pero a veces hay discursos tan vacíos que ni tienen polisemia, al punto de que no dicen nada. Es lo que pasa muchas veces con los textos del poder. El clamor que partía de las ollas del 19 de diciembre era también para que alguna vez se nos escuche, más que nada para que la habitual distancia entre el poder y la gente no adquiera formas y dimensiones de abismo, por que mientras el poder se desgasta, el abismo se traga a la gente. Es a esto a lo que aspiramos, por aquello de volver a tener aspiraciones.


Diario La Capital todos los derechos reservados