Una suelta de globos en medio de una ciudad que se incendia parece algo naif si se lo mira en crudo. Pero si se lo contextualiza toma otra dimensión. Ayer unos 250 abuelos del Geriátrico Provincial despidieron el año, cortaron la calle por media hora para bailar chamamé y soltaron globos con mensajes. Los viejitos no vivieron este día como uno más. Es que a partir de hoy empieza una espera que los entusiasma: la respuesta de los mensajes, que en otros años han llegado hasta de Uruguay y Brasil. Este es el cuarto año consecutivo que los abuelos del geriátrico de Ayolas 141 festejan a su manera. "Lo que hacemos es un acto de comunicación y solidaridad con el mundo externo", dijo la directora de la institución, Mirta Fleitas. La fiesta empezó a las 9.30. Apenas la banda de música del Ejército empezó a afinar sus instrumentos los abuelos empezaron a pispear por las ventanas. Minutos después, más de doscientos salieron del geriátrico con una sonrisa a flor de labios. Muy prolijitos, algunos lucieron gorritos para cubrirse del sol radiante y otros, en sillas de ruedas, estaban acompañados por sus familiares dispuestos a ser de la partida. Primero un chamamé, después una marcha militar y después lo que venga. Lo cierto es que los viejitos no le temieron a nada a la hora de ponerse a bailar. Claro que fueron los menos, pero sirvió como preludio del momento más anhelado. Con globos en mano, cientos de manos esperaban el fin de la "Marcha del deporte" para la suelta. Pero la ansiedad pudo más. Tras los primeros cuatro acordes del tema, uno largó los globos, después fue otro y en segundos el cielo se pobló de círculos de colores con misivas. Delia Aguirre, de 77 años, reveló algunos aspectos del contenido de su mensaje. "Pedí que se arregle todo y que haya felicidad", contó la mujer. A su lado, en silla de ruedas, Néstor (65) no pudo evitar que se le derrame alguna lágrima cuando pidió "un año 2002 con paz para su familia". En medio de los festejos, una mujer contó ayer una anécdota asombrosa: "El año pasado nos llegó un mensaje de una señora que estaba cosechando la tierra en el sur de Brasil y se encontró un globo nuestro con una carta. Nos llamó al otro día emocionada, diciendo que sintió que el mensaje le cayó del cielo". Hasta que pasó esto, muchos pensaban que los globos quedaban pinchados en un árbol o en una columna de electricidad. Ahora, los abuelos saben que sus palabras pueden llegar más lejos de lo que creen. Y es más, hasta tienen la posibilidad de hacerse de algún amigo más allá de la frontera.
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