El sindrome de Burnout o de agotamiento profesional, se define como de la pérdida de interés y entusiasmo, fenómenos de despersonalización, bajos logros personales y agotamiento emocional. Esto expone al profesional a altos riesgos de salud. El término Burnout (quemarse o quemazón) fue utilizado por primera vez en 1974 por H. Freudenberger, quien afirmó que producía en el individuo un desgaste como consecuencia de demandas excesivas de energía, fuerza o recursos que lo torna inoperante. Los síntomas asociados al Burnout definen cuatro grados de "quemadura": Leve: Presenta síntomas físicos vagos como cefaleas, dolores de espalda, contracturas musculares, etc. Pueden observarse cambios en el carácter y disminución de operatividad laboral y eficiencia. Moderado: Generalmente presenta alteraciones del sueño, dificultad para concentrarse, problemas en las relaciones interpersonales, cambios en el peso, disminución del apetito sexual, pesimismo. Es común que se recurra a la automedicación. Grave: En este estadío disminuye marcadamente la productividad laboral, aumenta el ausentismo y la sensación de disgusto acompañado de baja autoestima. Es frecuente el abuso de alcohol y/o de los psicofármacos Extremo: Frecuentemente se encuentran cuadros de aislamiento y sentimientos de pena y tristeza. La sensación de fracaso se acompaña de falta de sentido del trabajo y de la profesión. En este estadío existe un riesgo cierto de suicidio. A fin de investigar los índices de Burnout entre los médicos se entregaron 250 encuestas a profesionales de la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires. Se encontró que el 63% de los profesionales evaluados presentaron diversos grados de quemaduras. El sindrome predominaba entre los profesionales con más de 10 años de graduados y no se encontraron diferencias significativas en la incidencia por sexo, edad o estado marital. Los resultados encontrados resultan fáciles de explicar si se tiene en cuenta cómo desarrollan su actividad profesional los médicos argentinos que por lo general llevan a cabo extensas jornadas laborales, en entornos con falencias administrativas o materiales que dificultan su actividad. Por otro lado, frecuentemente las bajas remuneraciones que llevan a dificultades económicas y conflictos familiares aumentan el grado de frustración y la sensación de fracaso personal y profesional. Otro de los factores que debe considerarse es el desamparo que siente el médico frente a los juicios por mala praxis que en muchas jurisdicciones se han convertido en una verdadera industria del juicio contra los prestadores de salud. Estos resultados alertan sobre la necesidad del equipo de salud de tomar conciencia del riesgo que implica como consecuencia de un inadecuado nivel de estrés en el cual se desempeña su vida profesional. Para disminuir el riesgo es necesario que se estimule el trabajo en equipo, aumentar el entrenamiento en técnicas de comunicación y organización y mejorar la satisfacción laboral. Fuente: Revista de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés
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