Alejandro Cachari
A veces las culpas son compartidas. En muchas ocasiones, las responsabilidades y las reacciones deben incorporarse inexorablemente a un contexto que les da cuerpo. Fuera de él parecen cuestiones insignificantes, actitudes exageradas, injustificadas.
Pero no siempre, está claro. Hay contingencias que resultan insostenibles, dentro o fuera de un contexto.
Ejemplo 1: que esta ciudad sea sede de un torneo en el que se presentan los ocho mejores tenistas del país (todos top 100) parece fuera de contexto. Si no se le da el valor que corresponde se cometerá, cuanto menos, el pecado de no comprender que el estado de las cosas, más precisamente de la economía y sus derivados, transforma a la apuesta en casi una aventura con final poco previsible.
Ejemplo 2: que Rosario se transforme en la única ciudad del país en contar con una cancha -con tendencia a dos- de carpeta asfáltica, que insumió una erogación cercana a los 30.000 dólares, resulta casi increíble y debe valorarse. Por supuesto que también es necesario apoyar el proyecto. Como lo hizo la comisión directiva del Jockey Club, que trabajó a la par de Alberto Mancini para agregarle a la entidad verdiblanca otra pizca de jerarquía. A esta altura ya es bastante difícil empardar a nivel nacional al club de Fisherton en infraestructura deportiva. No debe soslayarse este ítem.
Ejemplo 3: que algunos tenistas vengan con pocas ganas de jugar es casi una síntesis de sus aspiraciones. Pero su absoluta responsabilidad. Nadie puede poner en un contrato que el deportista debe actuar con ganas. Sí es posible, en cambio, descartarlo para lo próxima ocasión. Aunque no sería aconsejable ser tan drástico si no se tiene absoluta certeza de que las razones de algunas actitudes tienen como origen la desidia y la falta de profesionalismo. Lo más conveniente parece ser tomar el mensaje y dejar que pase el tamiz. Algo quedará. En cualquier caso se debe desligar de toda responsabilidad a los organizadores y a los otros tenistas. No hacerlo así sería obrar fuera de contexto.
Ejemplo 4: intentar culpar al caos económico por la escasa asistencia de público, con excepción de la final, sería sacar de contexto a la gente que normalmente es consumidora de este deporte. Aquí el caso es bastante más complicado. Es imposible no rozar la idiosincrasia del rosarino, muy poco proclive a concurrir a acontecimientos deportivos diferentes al fútbol. Quizás el vóley deba ser considerado como una isla; pero el resto padece la gula que genera la devoción por el deporte más popular. Sería conveniente para los inversores, aunque tristemente pernicioso para la ciudad, que ante cada negocio que se monte se tenga en cuenta esta realidad. Suponer que la cantidad de público fue escasa sólo por la crisis sería un ejercicio facilista y fuera de contexto.
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La Ciudad
