Rodolfo Bella
El pianista rosarino Aldo Antognazzi presentó su disco "Ensemble Antognazzi Festival" donde reúne obras de Chick Corea, Astor Piazzolla, Erick Satie, Paquito D'Rivera, Félix Guerrero, Rodolfo Arizaga y Mario Castelnuovo Tedesco. El trabajo, con el cual realizó una gira por ciudades de Alemania y Estados Unidos y que incluyó a coreografías, cuenta con grabaciones realizadas en forma conjunta con el saxofonista cubano y otras con el guitarrista Roberto Lara. En diálogo con Escenario, Antognazzi también se refirió a la edición del décimo volumen con las composiciones de Muzio Clementi, un proyecto que incluye 26 discos compactos con la obra completa del músico italiano. -¿Fue difícil estar todos de acuerdo para hacer un disco en familia? -La idea era hacer un disco con música tocada por los ocho miembros del ensamble exclusivamente. Ahora resulta que así como todos los jóvenes en todos los órdenes están huyendo del país, gran parte del ensamble también huyó... (risas). Muchos de ellos son músicos bien formados y se podrían quedar acá, como tantas personas que se van. Por fortuna, previendo un poco eso, antes de iniciar la gira el año pasado por varias ciudades de Estados Unidos y Alemania, grabamos algunas de las cosas que llevábamos en los tres repertorios que preparamos para la gira. No hubo tiempo como para grabar todo el material y se grabó parte de eso, que de todas maneras, me parece un poco definitorio de las características del grupo. -¿Con esa deserción, no está pensando ya en un repertorio para dúo? -(Risas) Sí, en realidad los únicos que quedamos del ensamble son el baterista, que es mi sobrino Ernesto Zeppa, y yo. -¿Cómo se acerca al jazz? -Con Paquito somos amigos, pero fue a través de mi yerno que hace diez años que está radicado en Estados Unidos. Cuando lo conocí a Paquito en seguida me propuso hacer algo juntos. A raíz de eso empecé a sentir como algo natural el sonido del saxo. Comenzamos tocando lo que se editó en "Música para dos mundos". -¿Qué vínculos encuentra entre el jazz y la música clásica? -Yo no pretendo erigirme en un pianista de jazz porque no soy un improvisador de jazz. Para eso se necesita tener una práctica de años. Pienso que la buena música, como dicen los músicos, siempre se vincula en algún punto. Yo admiro mucho a Chick Corea, no sólo como instrumentista, sino como creador. -¿Cómo aborda la improvisación un músico con formación clásica? -Son dos actitudes que se cultivan. En el caso de Paquito, no tiene ningún problema. El también tiene una formación clásica y es egresado del conservatorio de La Habana donde estudió clarinete y saxo clásico. El tiene una enorme capacidad improvisatoria y desarrolló esos dos caminos paralelamente, se siente tan bien en un mundo como el otro. En mi caso recuerdo que me gustaba muchísimo improvisar, pero siempre dentro de la música clásica. Es una práctica que lamentablemente la fui abandonando y me dediqué exclusivamente a lo que escribieron otros y a desentrañar con más perfección y pulcritud la notación. -¿Qué le interesó de la obra de Muzio Clementi? -Tengo una admiración muy especial por Clementi como compositor. Siempre me llamó la atención esa especie de injusticia de su ubicación dentro de la historia de la música que todavía no termino de entender porque cuando más avanzo en su música y conozco más cosas, más me indigna y me rebela esa injusticia. Se sigue hablando de Clementi porque es una figura de la que se habla, pero se ejecuta muy poco porque se conoce muy poco. Se dicen las pocas cosas de siempre que se saben de su vida. -Suele comparárselo con Mozart. -La gente lo encasilla como un compositor clásico o efectivamente lo compara con Mozart. De hecho se pretende tocarlo como un compositor académico y clásico, y es totalmente lo contrario. Es una personalidad sumamente romántica y muy avanzada para la época, de una enorme inteligencia, aficionado a la astronomía, las matemáticas. Una personalidad muy interesante. Es un músico clave en el paso entre el clasicismo y el romanticismo. -¿Qué cambia de un período a otro? -Si pensamos que, como es aceptado, la música es un mensaje para comunicar cosas que el hombre siente, creo que si tomamos un período de mil años esos sentimientos o interrogantes no puede variar tanto respecto a las cosas esenciales, como la vida, la muerte, los afectos, las carencias o las búsquedas. Lo que cambia a través de las distintas estéticas es la forma de codificar esos sentimientos y esos pensamientos del ser humano. No estoy de acuerdo que el Romanticismo existe en el período Romántico. Uno escucha una obra de Bach y puede ser tan conmovedora y romántica, entre comillas, como una obra de Brahms o Schumann. -¿Cómo supone que será representado este principio de siglo? -La característica de esta época es que como en tantos otros ordenes se produjo este proceso de la tan mentada globalización, y en música pasa lo mismo. La posibilidad de conocerse todo, que los músicos conozcan lo que se escribe en este momento en cualquier rincón del mundo, hace que todo sea posible y se vincule. No se que va a quedar de todo eso o si quedará algo que tenga una característica especial, perdurable. Tal vez con el paso del tiempo uno pueda encontrar puntos en común, pero en este momento hay muchas estéticas que se están desarrollando así como retornos hacia el pasado. -¿Qué música escucha por placer? -En general no tengo un compositor o un instrumentista preferido. Me pasa lo que le pasa a la mayoría de los músicos: que uno está todo el día con la música estudiando o investigando y somos los que menos música escuchamos porque tenemos muy poco tiempo. Pero me atrae mucho escuchar no sólo el piano, sino otras cosas. Me gusta la voz humana. Así como me gusta la música de cámara me gusta escuchar otros timbres orquestales. -¿Qué opina del rock nacional? -Escucho poco y no quisIera dar una opinión, porque no puedo hacerlo sobre algo que no conozco en profundidad. No es un estilo que me atraiga especialmente. -¿Se puede hablar de diferentes públicos o diferentes propuestas en referencia a la aceptación del jazz y la música clásica? -Nuestra experiencia en singular porque en el repertorio incluimos obras de Bach junto a otras de Chick Corea. Esa es también la idea del disco: que sea música que pueda ser escuchada por todo tipo de público. En general hay mucha música de la llamada clásica que está vinculada a una actitud más contemplativa o reflexiva. A veces desde la música popular se critica cierta actitud pasiva del público de sentarse y escuchar de una forma académica o almidonada, pero creo que tiene que ver con el tipo de música que se está escuchando y provoca eso: el rock no busca una actitud reflexiva sino movilizar, y lo mismo suele pasar con el jazz. -¿Cree que el público argentino tiene la misma disposición que el europeo? -Esas diferencias existen acá mismo. Por ejemplo me llamaba la atención cuando vivía en Alemania que terminaba de tocar una pieza y se escuchaban dos o tres segundos de un silencio absoluto. Acá uno está acostumbrado que a veces empiezan a aplaudir cuando presienten el final. Eso especialmente en Alemania no existe. Hay una cultura mayor y se vive un hecho en el cual insisto mucho: que la música no termina con el último sonido sino bastante más allá de cuando se interrumpió, para que la obra quede enmarcada entre silencios. -¿Cómo fue la experiencia de fusionar la danza contemporánea en los conciertos del ensamble? -La única bailarina fue mi hija Sandra. Sucede que el ensamble primero empezó con un trío, después un cuarteto y en ese momento se me ocurrió qué repertorio podíamos trabajar para integrar el saxo o la batería y así se me presentamos un espectáculo que se llamó "Música+Danza". Armamos un programa que tenía una cierta conexión en cuanto a las tensiones y distenciones del programas que estaban vinculadas con las coreografías. Yo estudié especialmente la música de las coreografías de Ana María Stekelman y de Pat Remis con quienes estudió mi hija en Buenos Aires y Estados Unidos. Fue una experiencia increíble: por primera vez tenía un contacto directo de la vinculación de la música con el movimiento corporal y la necesidad de expresar moviendose, estar tocando y viendo lo que está sucediendo tan cerca.
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