| | cartas ¿Dónde están los valores?
| Cómo no comenzar esta carta sin decir lo orgullosos que nos sentimos como familia, cuando llegó Jezi del colegio, el día 3 de diciembre, y nos contó que su maestra, Beatriz Brunetto, le había preguntado si por su problema en su piernita, podía sostener la bandera, el día del acto de fin de curso. En su momento y como una película corrió por mi mente todo lo que nos había sucedido este año. Jezi lucha día a día contra una enfermedad congénita que afecta su pierna derecha, principalmente su pie y eso la llevó este año a someterse a una cirugía muy dura y difícil, ya que su pie corría serio peligro. Luego de una larga y tediosa recuperación de más de tres meses con muletas y sin calzado, con dolor, y con sólo 10 años y mucha valentía, comenzó las clases. El año fue transcurriendo, Jezabel cumplió siempre como cualquier alumno, no aceptó concesiones, pasó con muletas a dar clases al frente, se esforzó y los resultados fueron admirables: notas excelentes y su pie mucho mejor. Somos una familia de trabajo y este año fue muy duro económicamente ya que el traslado de mi hija, ida y vuelta a la escuela, lo hacíamos en taxi, porque no tenemos auto y el colegio queda a 12 cuadras de nuestro domicilio. También entendimos que valía la pena nuestro esfuerzo: la escuela Cristóbal Colón era su escuela, ella la quería, no podíamos cambiarla, allí estaban sus afectos, sus compañeros que tanto la habían apoyado. Cómo después de todo esto, no tomar con orgullo la noticia de la bandera. Cómo no sentir que un símbolo se entrega como premio a su enorme esfuerzo que fue más allá de sus notas excelentes -que sin dudas las tuvo- sino como premio a su valor, a su empeño, a su buen carácter a pesar de todo, por ser buena personita, solidaria y muy querida por sus compañeros, sentimos con orgullo que la bandera es un premio a los valores humanos que nuestra hija posee. Pero finalmente el día 6 de diciembre nos enteramos que Jezi no era abanderada, ni escolta, ni nada, que la seño que le había preguntado si podía sostener la enseña, por lo de su pie, no le dio ninguna explicación, no hizo ningún comentario, nada. La ilusión se derrumbó, pero lo que más duele en estos casos, es el silencio, la complicidad, la falta de ética, de respeto. Sentimos que algo que simplemente se hubiera aclarado con unas cálidas palabras, fue mentirosamente manejado por las docentes de la escuela. Busqué como mamá una explicación, y fui tratada de una manera irrespetuosa por las señoras Brunetto y Echenique. Mañana seguramente será anecdótico todo lo sucedido, pero hablando de valores, de los símbolos patrios, de la escuela como institución, de los ejemplos que como adultos debemos darles a nuestros niños, me pregunto: ¿Las maestras de mi hija, paradas muy bien sobre sus dos pies sanos, merecerán llevar la bandera? Quiero finalmente agradecer en nombre de mi hija, la solidaridad y el afecto de sus compañeros, de los papás que se acercaron a la escuela en apoyo y espero por este medio que la dirección de la escuela se dé por enterada de lo sucedido. Mirta Susana Ramírez
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