Mauricio Tallone
"¿Cuánto tiempo más llevará?", era la pregunta crítica de Serú Girán en tiempos de censura. Interrogante que hoy se traspola a un fútbol argentino cada vez más amigo de los planteos recortados. Los jugadores se autoprohíben disfrutar el juego y eligen el vicio del desprecio por la pelota, o sino los técnicos preparan sus equipos superpoblando el mediocampo con una suma de piernas que se cruzan para no avanzar. Ñuñorco y Tiro Federal armaron un partido de previsiones carcelarias pero que proyectó y dejó al desnudo la realidad que atraviesa cada uno. Es decir cumplió con el designio de apuntalar el paso ganador de los locales e instaló el germen del pesimismo en los dirigidos por Ingaramo de cara al futuro. Con el gol desde los vestuarios de Herrera, los monterizos consiguieron sacar ventaja en la puja psicológica, en ese duelo inasible que por momentos superó la mediocridad del juego. Rozín cometió un error al intentar cederle la pelota a Ruggeri, y el goleador la interceptó para someter al indefenso Heit. A partir de ese instante, Ñuñorco se afirmó desde la tenencia del partido. Ocupó espacios y atesoró la pelota en la pierna estratégica de Ramón Fernández, y en el ida y vuelta de ardilla exhibido por Ovejero. Eso, más el esfuerzo solidario del resto, ayudó a formatear una propuesta que sólo carecía de profundidad. Lejos de trasmitir una nítida idea de fútbol, Tiro se asemejó a una expresión atomizada y sin vuelo creativo. Un manojo de individualidades intermitentes que perdió la memoria del libreto colectivo y naufragó entre olas de arrebatos temperamentales. Precisamente, el segundo tiempo acercó el testimonio de que los rosarinos tenían agrietada la convicción. Ni siquiera el empate de penal de Robles logró oxigenarle los sentidos, y cayó en el típico desliz de los equipos proclives al conformismo numérico. El complot que idearon el voluntarismo y el esfuerzo lograba mantener la equidad pero bastó que apareciera ese zapatazo rasante de Ovejero para que la raíz ideológica de la definición se quedara en tierra tucumana. Dicen que las ilusiones no admiten ningún quebranto. Aunque si Tiro sigue reflejando su funcionamiento en el espejo de ayer es muy probable que su sueño de clasificar se quiebre como un cristal tan frágil como su fútbol.
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