Año CXXXV
 Nº 49.332
Rosario,
domingo  16 de
diciembre de 2001
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Historia del crimen. Un libro sobre la prostitución en Rosario
Las desventuras de la mala vida
En "Sexo bajo control", editado por la Universidad de Rosario, María Luisa Mugica revela hechos ignorados sobre el funcionamiento de la prostitución en la ciudad entre 1900 y 1912. Aquí se publica un fragmento

María Luisa Mugica

El burdel reglamentado fue pensado como espacio de disciplinamiento, en el cual todo estaba pautado -tanto por la Municipalidad como por las regentes- para las prostitutas que allí habitaban, el tiempo con el cliente, las visitas a la Asistencia Pública, las salidas. El mundo del burdel estaba cruzado por tiempos, ritmos y ciclos determinados. Sin embargo, más allá del diseño y montaje de proyectos disciplinarios para los burdeles -que incluían organismos y técnicos especializados en controlarlos-, las transgresiones a las normas establecidas eran lo más frecuente.
La prensa, por su parte, presentaba constantemente el mundo del burdel como un espacio altamente violento y la relación prostituta-caften cruzada de golpes, puñetazos, llegando en algunas circunstancias hasta la muerte. Como le ocurrió a Isabel Martínez, mujer "de vida alegre" que recibió después de un ligero intercambio de palabras con Pedro Diarte, su antiguo conocido "un puñetazo gefe (sic) en el pómulo derecho, con la hinchazón consiguiente". O a Blanca Fornari, pupila de la casa de calle Brown 2061 que fue golpeada en distintas partes del cuerpo por su amante Francisco Güemes -con un trozo de madera-, quién además le incautó un baúl con ropas y luego se dió a la fuga. O, como en el caso de Blanca Fernández, de Balcarce 42, que fue herida de un "puntazo" en la región mamaria izquierda por un hombre que consiguió huir, aunque según sus declaraciones, fue atacada por un desconocido mientras cosía en sus habitaciones. Según la opinión del diario ésta era una versión tanto burda como improbable y que tenía como objetivo sustraer al "guapo" de la acción de la justicia.
La prensa presentaba la violencia imperante en los burdeles como una dimensión constitutiva de las relaciones humanas y sociales que allí se podían establecer. En ese sentido, las peleas entre amantes eran frecuentes y podían traer como consecuencia algún tipo de "mutilación", como por ejemplo, la perpetrada por José Bettemilde, alias "El Garabito", a Teresa Romero "ramera de una casa non sancta" de Rivadavia entre Balcarce y Bv. (sic) -conocida como "de la Vieja Manuela"-, y que La Capital calificó como de "atroz". José sacó una filosa daga y tomando de las trenzas a Teresa se las cortó de un solo golpe, fugándose luego. Tampoco le fue mejor a Ilda Wilchmayer, domiciliada en calle Tucumán 2172 que informó que Luis Cerutti -dueño de una casa de lenocinio existente en Zavalla en la cual estaba pupila- le había causado varias lesiones en las piernas.
A veces la situación se presentaba a la inversa -tal vez, como estrategia femenina de resistencia ante la violencia cotidiana a que se veían sometidas-, como fue el caso de Marcelia, pupila de una casa de tolerancia de Zavalla que atacó a José Gómez en Rivadavia entre Balcarce y Moreno con una navaja y le hizo un tajo en el lado izquierdo de la cara. O Isabel García, pupila del Café Internacional, situado en Güemes entre Moreno y Balcarce, que aplicó un botellazo a José Colombo, produciéndole hinchazón en la mejilla izquierda y en el cuello con los vidrios, porque quiso propasarse con ella.
En otros casos las disputas con los caftens se producían porque éstos solían exigirles dinero a sus mujeres, y se violentaban especialmente cuando ellas se negaban. Como Mac Golbert que ordenó a su concubina y pupila de la casa de calle Balcarce 130, Rosalía Gondembert que le entregara $ 500 y ante la negativa de la mujer, la tomó a golpes de puño y puntapiés, amén de provocarle contusiones en la cabeza con el cabo de un revólver. O, como el caso de Delia Alvarez del Café París y Londres que acusó a su amante Ramón Ubaldo de haber sido el autor material de unos golpes que recibió en el rostro y en las manos que le produjeron lesiones leves, también porque se rehusó a entregarle una suma que éste pretendió.
En el mundo de los burdeles las referencias a crímenes de tipo "pasional" eran múltiples, llegándose incluso a presentarlos como naturales. A modo de ejemplo recordemos a Andrea Luna que había roto relaciones con su souteneur Nicolás Rested y había entrado en nuevas con un guardia del batallón de cárceles. Esta situación irritó de sobremanera al primero -especialmente ante la negativa de la mujer de regresar al estado anterior- a tal punto que le administró un soberano "cortazo" en la cara y una puñalada en el costado izquierdo que le costaron la vida. En otra oportunidad, el escenario elegido fue el interior del café sito en la calle Güemes entre Pueyrredón y Rodríguez, en el cual fue herida de una puñalada la mujer Elvira Rodríguez por el individuo Ramón Vespa, que se fugó. Hubo disturbios en el café y prostíbulo de Güemes 2158 entre Dominga Ferreyra y Juan Roldán, y el desencadenante fueron los celos masculinos, pues la dama no había sido fiel. La mujer recibió una "paliza soberana", "con un enorme garrote" que la "estropeó horriblemente en la cabeza y en varias partes del cuerpo".
Frecuentemente se producían tumultos entre mujeres que ejercían la prostitución por motivos diversos, el más asiduo -un hombre-. Así, por ejemplo, dos pupilas de un lupanar de calle Balcarce y Mendoza -Lola Escudero y Consuelo Rodríguez- se "trenzaron" por motivos de "celos mal reprimidos", saliendo una de ellas herida con un tajo en la frente. O también Clotilde o Manuela Díaz y María Contreras protagonizaron hechos de sangre por Artemio Ponter, ambas pupilas de un café clandestino de Balcarce 44. Clotilde vivía en concubinato con Ponter -dueño del café- y María pretendía ocupar ese lugar. Clotilde decidió arreglar las cuentas por las suyas, y después de una discusión, se valió de un cuchillo chico, punteado y agredió a María con tajos en la sien derecha, en el brazo izquierdo y un "puntazo" en el muslo derecho.
El Municipio las calificaba de "ninfas averiadas y de averías" que se disputaban "las miradas, el cariño o lo que un caften pueda sentir por una pupila". Según este diario Clotilde exclamó triunfadora "Tomá t'e marcao".
En la casa de calle Balcarce 586, dos pupilas, Mignon Gers y Rogelia Berlusky, "resentidas" por los celos, comenzaron a insultarse y, finalmente, pasaron a la vía de los hechos cuando Rogelia le arrojó una sopera de porcelana a Mignon y ésta se defendió. Los incidentes terminaron con heridas para ambas en la cabeza y la mano derecha.
Eran también asiduas las disputas entre parroquianos en el interior de los prostíbulos, como aconteció en el de Wheelwright entre Dorrego y Moreno, que fue escenario de la pelea protagonizada entre Isidoro Cabrera y Manuel Reinoso, de la cual el último resultó lesionado en la cabeza por un arma cortante. También podía dar cuenta de lo suyo el café establecido en Balcarce 75 "(que) congrega por la tarde, a la hora del vermouth, a una heterogénea y maleable concurrencia, propia de la suburra (sic) rosarina". En él, José Arredondo y Julio Barrios -entre copas y copas- terminaron riñendo por causas nimias. Fue en el París y Londres, de Brown y Balcarce, donde se produjo un altercado entre algunos concurrentes y se armó una "gritería infernal" con el "desbande de «huerfanitas» despavoridas". Uno de los contrincantes, Dugom Emady le colocó a Valentín Ercila una silla de sombrero, "abriéndole un rumbo en la parte superior de la cabeza".
En los lupanares, y pese a las prohibiciones, la portación de armas también era una cosa frecuente, justamente en la casa de Balcarce 85, a María Gorosito, un desconocido le entregó un revólver para que lo guardara y, ella distraídamente, hizo jugar el disparador saliendo un tiro e hiriéndose un dedo de la mano izquierda.
Los robos en los prostíbulos aparecían recurrentemente enunciados en la prensa. La Capital, el 16 de febrero de 1901, tituló como "Lo de siempre" una nota policial acerca de un robo practicado contra un inglés, John Bodrick, hallado en completo estado de ebriedad en algunos de los prostíbulos de la calle Güemes que había visitado, por el monto de unos $130. También a Liborio Grasi le robaron del bolsillo del pantalón $ 70 y un anillito de oro, mientras estaba conversando en el Café San Petersburgo de calle Güemes y Pueyrredón, con una pupila de la casa.
También se producían hurtos entre las mismas prostitutas, como, por ejemplo, le sucedió a Berta Fuschi, dueña de un "cafecito" de calle Güemes 2150 que fue víctima del robo de un anillo solitario por la pupila Rita Lanzo, quien se lo pidió con la excusa de verlo a fin de adquirirlo y nunca lo devolvió. O, como en el caso de Lola Pérez y Amanda Rodríguez, pupilas de la casa de calle Dorrego 112, que fueron acusadas por la dueña del local, Matilde Busmann, de haberle hurtado ropas y alhajas por el valor de $ m/n 190.
En otras oportunidades, las víctimas eran las prostitutas, como Ildefonsa Tejada, camarera del café y posada de calle Güemes 2551, que fue golpeada y robada por su propio hermano que estaba ebrio. Le faltaron $ 80, de los cuales sólo recuperaron $ 20. O, María Luisa González que le robaron de su habitación en el prostíbulo de Brown 2064, $ 441 que guardaba en el fondo de un baúl.
La lista de robos, riñas, golpes, etc. resultaría interminable de enunciar. Justamente desde la perspectiva de la prensa, la violencia en el interior de los burdeles aparecía como una dimensión cotidiana, casi natural, que atravesaba todas las relaciones humanas que se generaban entre los diferentes actores que allí circulaban, entre prostitutas; entre prostitutas y caftens; entre prostitutas y regentes y, también, entre los mismos clientes.



Una postal que circuló en el Rosario de 1900.
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