No eran los autos oficiales los que estaban estacionados ayer frente a la Municipalidad. Eran más de 20 carros de cirujas de la zona norte rosarina, una de las más convulsionadas ayer, que se detuvieron por varias horas en el Palacio de los Leones con un solo objetivo: que les entregaran bolsones de comida. Estas personas, que sobreviven recolectando botellas de vidrio, latas de gaseosa, diarios y cartón, dicen que la situación es "desesperante porque los negocios de compra venta están cerrando y los pocos que quedan en pie no tienen efectivo". Desde la Municipalidad confirmaron a La Capital que entre el lunes y martes próximos entregarán alimentos a 90 familias en estado de "emergencia".
"No venimos a hacer lío ni a romper nada, lo único que pedimos es que nos ayuden porque las criaturas tienen hambre", expresó con indignación y desgano María Rosa Pacheco, una de las pocas mujeres que se acercaron ayer a la Municipalidad para "pedir comida".
Las cerca de 50 personas que participaron del pedido llegaron pacíficamente de los barrios Travesía, Arroyito y Empalme Graneros, desde las mismas zonas donde minutos después se intentaría sacar comida -sin éxito- de un supermercado y se merodearon otros tantos.
Quienes llegaron ayer a la Municipalidad lo hicieron tranquilos, en ningún momento hubo enfrentamientos con la policía que custodió la entrada del palacio. Y de la misma forma se fueron, después de hacer el reclamo, ese que los llevó a convocarse en las puertas del edificio municipal.
No lograron entrevistarse con el intendente Hermes Binner pero quien estuvo al tanto del reclamo fue el secretario de Promoción Social, Miguel Zamarini: "Entre lunes y martes próximos le entregaremos bolsones de comida a cerca de 90 familias. Es un sector que no puede bancarizarse, por eso está en una situación de emergencia".
Lo que está terminando de hundir a los cirujas es el cierre o la escasa circulación de efectivo -por la implementación masiva del dinero plástico- en los corralones, donde estas personas venden lo que juntan de la recolección informal de residuos. "Hace dos meses que se viene acentuando la crisis, pero esto no da para más", disparó César Gallina, de 25 años.
César
César, como sus compañeros que ayer decidieron concentrarse, pasa todo el día en la calle con su carro. Su trabajo es juntar todos los residuos que puedan reciclarse, pero el ciruja contó que cada vez se cotizan menos: "Por un kilo de hierro o vidrio nos pagan sólo un centavo. Y date una idea que para juntar diez kilos estamos cerca de una semana y media".
"Antes sacábamos 25 o 30 pesos por semana, ahora nada", agregó el ciruja. Los manifestantes no dejaron de explicar lo que les cuesta mantener el caballo o la yegua que impulsa el carro. "Para dar de comer a los animales tenemos que gastar 3 pesos y 12 para las cuatro herraduras. Es mucha plata, no aguantamos más", soltó con impotencia César.
El fin de los cirujas venía anticipándose desde que la recesión comenzó a sacudir los bolsillos rosarinos: si la gente compra menos, desecha menos. En una nota que publicó La Capital en abril pasado, el dueño de un corralón expresaba: "Cuando hay bajo consumo, en vez de comprar un electrodoméstico y sacar a la calle el viejo la gente se arregla con lo que tiene, y eso resiente hasta el cirujeo".