Mauricio Maronna
"Fernando de la Rúa terminó con el progresismo argentino", sentencia José Pablo Feinmann. La producción intelectual de este licenciado en Filosofía sorprende tanto como su mirada sobre la realidad. Defiende a ultranza la actitud ética de Carlos Chacho Alvarez y descree de la imagen de "conservador pavo" que Osvaldo Bayer le atribuyó al presidente. "Este hombre (por el jefe del Estado) está muy contento de ser instrumentado por los intereses más conservadores de la Argentina", dispara. En una entrevista con La Capital, el autor de "Filosofía y Nación" y "La astucia de la razón" (que llegó a Rosario invitado por la Asamblea por los Derechos Sociales) hace una crítica descarnada de Elisa Carrió: "No creo en ella. Me molesta profundamente la enorme cruz que tiene en su pecho, y que pareciera destinada a asustar vampiros y no a hacer política". -¿Hace falta una renovación dirigencial? -Argentina es un país que se especializa en la repetición, y se repite en los mismos malos rostros del pasado. Luis Barrionuevo será senador, Carlos Menem se prepara para volver a ser presidente, y esto no suena a disparate porque mucha gente dice que con él estábamos mejor, que Cecilia Bolocco es muy linda y a muchos les gustaría tenerla como primera dama, como una Evita chilena... Pero el retorno de las viejas caras es una constante de la historia argentina, nuestro país siempre vive el mismo presente y no es capaz de inventar un futuro. -Esta situación inédita de la posdictadura, con un vicepresidente de hecho que representa a la oposición, ¿puede significar una nueva cultura de cohabitación o terminará derribando al gobierno? -Es la consagración del bipartidismo. Ese bipartidismo que se dio durante las presidencias de Alfonsín y Menem y que había venido a quebrar el Frepaso, que terminó en un fracaso fenomenal. Lo que más fascinaba del Frepaso era el quiebre de la división política entre peronistas y radicales. Esa imagen del Frepaso como partido tercerista, progresista, que se abriría paso entre los viejos partidos quedó quebrada. -La gente criticaba a Chacho por prestarse a las políticas de ajuste del gobierno pero lo siguió criticando porque renunció. -Yo escribí un artículo en la revista 3 Puntos que le molestó a Chacho, a quien conozco desde hace mucho. El artículo decía: "Chacho, llegaste al gobierno para decir que sí como dijeron todos". Luego, al renunciar, tuvo un gran respaldo popular y escribí que ese día parecía "el 17 de octubre de Alvarez". -¿Y qué pasó? -No supo capitalizar ese gesto. Chacho rompe mejor de lo que construye, es capaz de deshacer mejor de lo que puede hacer, y esa es su gran debilidad. Ahora, es legítimo que se haya ido porque no estaba dispuesto a tolerar más ajustes. Lo que le reprocho a Chacho es que se haya ido y no haya construido nada. Alvarez le debe a la sociedad una construcción alternativa a la del ajuste; es mejor cerrador de puertas que constructor. Pero hay una actitud hipócrita de la gente, que le endilga a Alvarez la culpa de todo. Eso es injusto. Era imposible construir una alternativa desde adentro de este gobierno. -¿Habría que redimensionar esta idea de la toma del poder por parte de algunos dirigentes progresistas? -Sí, tal cual. En realidad, la idea de tomar el poder es vieja. Llegando al gobierno no siempre se llega al poder, por el contrario, cuando tienen el gobierno, el poder les exhibe su enorme fuerza y la debilidad que ellos tienen. Tomemos como ejemplo el caso del subcomandante Marcos, quien no se propone tomar el poder, y es muy acertado. Marcos tiene esa característica, además de la no violencia. Y esto es lo que debería hacer Chacho en la Argentina. Sin capucha, claro... -Usted en la última elección votó a la izquierda. Sin embargo, muchos dejaron de hacerlo porque se cansaron de un discurso que luce como "oxidado". -No quise votar al posibilismo. A aquellos que dicen: "No se puede hacer casi nada, vamos a tratar de hacer algo". Todos los que plantean el posibilismo, cuando llegan al gobierno son imposibilistas, hacen lo contrario a lo que prometieron. Me pareció un voto original y voté por primera vez a los que pedían lo imposible. Habría que reivindicar lo absurdo, lo imposible. -Lo van a acusar de utópico. -La Alianza fracasó en su intento de subir, dialogar, negociar y transformar algo. Yo no estoy totalmente de acuerdo con los piqueteros, pero logran que se les dé cobijo a los escupidos por el sistema. Un tipo que no tiene trabajo, que está en su casa solo, se siente una basura, un inútil. -¿De la Rúa es un hombre atribulado e incapaz o un discípulo avanzado de Maquiavelo? -Algo de esto último tiene. Parece distraído, Osvaldo Bayer lo definió como "un conservador pavo", pero en todo caso siempre se distrae para el mismo lado. Tiene una coherencia extraordinaria en sus distracciones, de modo que no creo que sea ni tan pavo ni tan distraído. El está muy contento de ser instrumentado por los intereses más conservadores de la Argentina. -Escribió que lo único que había hecho De la Rúa era "terminar para siempre con el progresismo". -Creo que la gestión de De la Rúa terminó con el progresismo que tenía la idea de llegar al gobierno para vencer a los poderes económicos. El progresismo argentino, con el enorme fracaso de la Alianza, quedó destruido. La Tercera Vía terminó haciendo de Tony Blair un muñeco titereteado por (George) Bush. No hay Tercera Vía, lo que tiene que haber es "otra vía". -¿Deposita alguna esperanza en quienes hoy se consideran presidenciables? -Mis últimas esperanzas las deposité en Chacho Alvarez. -¿Y en Carrió? -No. Me molesta profundamente la enorme cruz que tiene en su pecho, y que pareciera destinada a asustar vampiros y no a hacer política. Pero que yo no tenga esperanzas no se debe a que sea un desesperanzado. La realidad no nos permite tener esperanzas. Y lo mejor debería ser que nos dejemos de depositar esperanzas y comencemos a crearlas.
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