| | Reflexiones Preguntas
| Juan José Millas (*)
Berlusconi está en contra del terrorismo, pero a favor de la corrupción. Nadie es perfecto. Hace unos días nos enteramos, por ejemplo, de que el estrangulador de Boston no era el estrangulador de Boston. Si uno se fija más en las cosas que no son que en las que son, se vuelve loco. Seamos realistas, que diría mi madre mientras ponía una vela a la Virgen para llegar a fin de mes. Lo curioso es que a veces llegábamos: entre la economía y la magia no hay más que un paso, así que cuando estudié Letras tomaba las novelas fantásticas por realistas y las realistas por fantásticas: si pasas mucho tiempo entre gente irreal, luego no eres capaz de distinguir un fantasma de un subsecretario. "Hay algo tranquilizador en la realidad", asegura un personaje de Sándor Márai, pero no sabíamos de nadie que hubiera estado en la realidad. Negociábamos con Dios, en fin, los convenios colectivos que mi padre no firmaba con su director de personal. Mientras tanto, en América, un señor que ni estrangulaba ni nada se hacía pasar por el estrangulador de Boston para escribir un best seller. Y lo escribió, aunque lo ahorcaron. Hay gente capaz de cualquier cosa por entrar en la lista de los libros más vendidos. La policía ha comparado ahora el semen que dejó el estrangulador de Boston sobre la ropa de su última víctima con el ADN de sus huesos y resulta que no se corresponden. O sea, que además de no matar a nadie, escribió un best seller falso. Lo que no sabemos es si un best seller falso es mejor o peor que uno verdadero. Todo son preguntas. En cualquier caso, lo que más llama la atención es que la justicia haya guardado durante tantos años unas bragas manchadas de semen. Lo lógico es que una vez cerrado el caso se hubieran deshecho de ellas, o que las hubieran lavado. ¿Cómo vamos a distinguir entre lo real y lo fantástico con noticias de este calibre? Los políticos se pasan la vida intentando controlar el déficit por métodos realistas, pero lo primero que hacen cuando sucede una catástrofe es encargar una misa. Lo entiendo, sobre todo si tuvieron una madre como la mía. Lo que no entiendo es que un jefe de Gobierno esté a favor de la corrupción. A ver si va a ser un gángster. (*) El Pais - Madrid
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