La sesión de ayer en el Concejo tuvo de todo, pero el plato fuerte llegó al final. Más de diez horas les había tomado a los integrantes de la comisión de poderes decidir los destinos de Jorge Boasso y Sandra Cabrera. Cuando todo estaba sellado y sólo faltaba imprimir las notificaciones, el diablo metió la cola y un apagón volvió todo a foja cero. A nadie se le había ocurrido salvar el archivo. Tras superar el corte que allí duró sólo 7 minutos hubo que volver a redactar todo el dictamen de la comisión. En la barra, en tanto, la gente que desde las 9 esperaba ver la asunción de los nuevos ediles empezaba a impacientarse. Los flamantes legisladores se paseaban por los pasillos sin poder disimular los nervios. Tal el caso del justicialista José Bonacci, que a pesar de estar algo excedido de peso no dudó en calmar su ansiedad comiendo con ganas una manzanita coronada por pochoclos. Pero hubo más. Dos mujeres buscaron infructuosamente bebidas y refrigerios durante largos minutos. "Nos dijeron que por acá estaba la barra", admitieron con desconcierto desde una de las gradas pero de otra barra, la que ocupan quienes van a presenciar las sesiones.
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