"No pensás en nada porque te sentís con bronca e impotencia de que te sacan lo que ganaste con tu trabajo. Pero después te das cuenta de que pudo ser una locura". Gladys Sorbelini tiene 50 años y el sábado a la noche pasó junto a su hija Andrea, de 21, quizás el momento más dramático de sus vidas. Dos jóvenes delincuentes asaltaron la tienda que ambas atienden en Superí y Molina, zona norte de la ciudad. Uno de los ladrones alcanzó a escaparse pero el otro, que estaba armado, no pudo. Las dos mujeres se avalanzaron sobre él y se trabaron en una lucha que terminó en la vereda gracias a la intervención de un grupo de vecinos. El delincuente fue reducido y entregado al Comando Radioeléctrico.
Gladys y Andrea no se la llevaron de arriba. La primera sufrió golpes en distintas partes del cuerpo. La segunda tuvo una fisura de tabique nasal y hematomas en piernas y brazos. El corte en la cara le causó una importante hemorragia y tuvo que ser atendida en un sanatorio privado. Es que el joven delincuente se defendió repartiendo culatazos con su revólver calibre 22.
Un milagro
Al parecer sólo un milagro hizo que el artefacto no se disparara en el medio de la pelea. Por eso, madre e hija ayer no tenían muchas ganas de hablar del asunto. Sólo accedieron a conversar si sus rostros no salían retratados en las páginas del diario. "Ahora tenemos miedo porque pensamos que estos muchachos pueden ser de la zona", argumentó Gladys ante la posibilidad de sufrir represalias.
El violento episodio ocurrió poco después de las 20.30 del sábado. Gladys contó que junto a su familia abrió una tienda de ropa para bebé en Molina 1904, casi esquina Superí, en pleno barrio Unión, hace menos de cinco meses. A esa hora se encontraban Gladys, Andrea y una clienta del barrio que está embarazada y llevaba a una nena de la mano.
Los ladrones llegaron en moto y entraron directamente a cometer el atraco, sin poner ninguna excusa para engañar. "Entraron con las caras tapadas con buzos y gorras. El que se me acercó sacó enseguida un arma y pidió el dinero. Parecían jovencitos y eran de físico mediano. A lo mejor por eso nos animamos a enfrentarlos", comentó Gladys.
Desde el comienzo la situación fue de lo más tensa. Mientras exigía la entrega del dinero, el delincuente gatilló en varias oportunidades, apuntando a la cabeza de la mujer, y afortunadamente el artefacto no funcionó. La dueña de la pilchería hasta ese momento no opuso resistencia. Abrió la caja y el muchacho alcanzó de un manotazo los escasos 34 pesos que había en el cajón.
A partir de ese momento se desencadenó la fuga. Uno de los ladrones, aparentemente asustado con un ruido que produjo Andrea al golpear con su pie una maceta, salió a la calle, se subió a la moto y huyó dejando a su cómplice en soledad.
Su compinche, que se demoró unos segundos en abandonar el lugar, fue sujetado por Gladys y Andrea. Entonces comenzaron los golpes y tironeos. Al verse sorprendido, el delincuente comenzó a repartir culatazos con su revólver. Así las mujeres lo llevaron hasta la vereda, donde gracias a los gritos de auxilio un grupo de vecinos se sumó a la situación y las ayudó a controlar al ladrón.
"Queremos agradecer y destacar la actitud de los vecinos. Si no hubiesen salido a tiempo, el tipo nos iba a terminar dando una paliza o, peor aún, iba a disparar el arma", agregaron madre e hija. Todo finalizó cuando un hombre de la cuadra llamó por celular al Comando Radioeléctrico. Una fuente policial indicó a La Capital que la llegada de la policía logró evitar que algunos vecinos golpeen al delincuente.
Según voceros de la seccional 30ª, se trata de Sergio Oscar Bazán, de 18 años, quien se domicilia en Herrera al 1500 en el vecino barrio La Esperanza. Según esas fuentes, Bazán cuenta con antecedentes penales de cuando era menor de edad y se lo investiga también por la sustracción de una moto en jurisdicción de la seccional 10ª.