Mientras la prensa internacional volvía sus ojos hacia el conflicto en Afganistán, Kosovo, desde la ocupación internacional de ese territorio en 1999, ha continuando atrapado en un callejón sin salida de violencia étnica y pobreza.
En ese marco es que deben leerse los resultados de la elección parlamentaria celebrada el domingo 18 de noviembre pasado y que arrojó un triunfo de la Liga Democrática de Kosovo (LDK) del albanés moderado Ibrahim Rugova. Aunque Yugoslavia y la ONU firmaron el 5 de noviembre un documento sobre estas elecciones, no fue sino hasta pocos días antes de los comicios que el gobierno serbio comenzó a animar a votar a los miembros de esa etnia que residen en Kosovo. Hasta entonces, el presidente Vojislav Kostunica, un nacionalista moderado que al frente de una amplia coalición se hizo con el poder hace poco más de un año, tras la caída del hoy detenido Slobodan Milosevic, intentó arrancarle concesiones a la ONU amenazándola con un boicot serbio a las elecciones, concretamente la creación de una policía y un sistema judicial serbios en Kosovo, así como el retorno de sus fuerzas armadas.
Más allá de sus pretensiones, es difícil establecer con claridad qué grado de dominio tiene Kostunica sobre el electorado. A poco de rubricar el acuerdo con la ONU por las elecciones, políticos serbios en Kosovo, así como aquellos que huyeron cuando la Otán ingresó en la provincia yugoslava, e incluso el vicepresidente del Partido Democrático Serbio que preside Kostunica, siguieron cuestionando la legitimidad de las elecciones, llamando a los serbios de Kosovo a la abstención, que en los hechos alcanzó al 46% por ciento.
Aunque Kosovo es importante para los serbios por razones históricas (pero estas elecciones significan de hecho el comienzo del camino hacia la independencia de la provincia) lo que sucedió en las urnas sólo importa en Belgrado por su repercusión en las relaciones entre Serbia y Macedonia y entre Serbia y Montenegro. Kostunica ha aceptado a regañadientes en octubre pasado que los ciudadanos montenegrinos se expidan en un referéndum a celebrarse "cuanto antes" sobre si desean permanecer en la Federación Yugoslava. Un voto negativo en esta pequeña república de 650.000 habitantes constituiría un duro revés de cara al electorado nacionalista serbio, puesto que el presidente incumpliría su promesa de mantener en pie la Federación (Serbia más Montenegro).
Por otra parte, un triunfo electoral del radicalismo albanés en Kosovo (la ex guerrilla del UCK) podría haber desencadenado un efecto dominó, incitando a la minoría de esa etnia que vive en Macedonia a extremar sus reclamos de mayor autonomía, lo que hubiera afectado drásticamente al plan de pacificación de la región que lleva adelante la Otán.
Kostunica, con problemas domésticos
En el fondo todo se limita a que Kostunica tiene grandes problemas domésticos. Según encuestas recientes, el 40% de la población opina a más de un año de la llegada al poder de Oposición Democrática de Serbia que nada ha cambiado desde la caída de Milosevic. Aunque el ex dictador permanece detenido en la sede del Tribunal Penal Internacional de La Haya acusado de crímenes contra la humanidad precisamente en Kosovo -y también en Bosnia-, Kostunica sabe que el electorado nacionalista no se ha hundido con él, y que difícilmente le perdone la escisión de Montenegro, un aumento de los reclamos en esta república o la continuidad indefinida de la tutela internacional sobre Kosovo. Mientras tanto, las heridas no cicatrizan en esta región. En octubre pasado dos albaneses murieron y otro resultó herido en una emboscada, al tiempo que un empleado de la televisión serbia resultó gravemente herido al ser atacada su casa por desconocidos.
Aunque hasta el momento la Justicia internacional sólo ha podido confirmar cuatro mil muertes de civiles kosovares (ocurridas en tiempos de Milosevic), la lista de desaparecidos desde el inicio de la campaña de limpieza étnica en la región incluye a varios miles de personas más, en su mayor parte albaneses. Las recientes elecciones son parte de un esfuerzo por devolverle a la región algo de normalidad. Pero Kosovo está aún muy lejos de ella.