| | cartas Sembrando semillitas
| Hoy, mientras caminaba hacia la escuela, mis pasos se mezclaron por un instante con la magia de la edad de oro. De ese lugar encantado afloran en mi memoria las lecturas que están contenidas secretamente en las "Páginas para mi..." Un torrente de imágenes rebalsan mi memoria y un silencioso grito del niño que fui les abre la puerta para reencontrarse con la algarabía y el bullicio de los juegos en el patio de esta, mi escuela de hoy, en la que soy docente. Cuando escucho el repicar de la campana, ese sonido le pone una nota de sol que irradia poesía en toda la escuela. Y en lo más profundo de mi ser la melodía de la música de la infancia hace resurgir las palabras y revivir las imágenes. Cada uno de nosotros guarda celosamente el nombre de su maestro. Cada niño lleva consigo un poquito de su historia. Es que en mayor o menor medida el maestro deja huellas en sus alumnos. Cada alumno es un poquito de lo que su maestro ha dejado en él. Cada alumno es un poco de lo que su maestro es. Es natural, entonces, que entre mi maestro y yo, en algunas cosas, nos parecemos. Es natural, entonces... Hoy en el umbral de mi vida y, antes que una lágrima impertinente empañe el principio y el final del recorrido en la galería del recuerdo: pienso, miro y veo en mis alumnos, en mis niños, que ellos son, en alguna medida, el alumno que yo fui. Así habló mi maestro, en el último día de clase del año, de un día como hoy. Yo al igual que mi maestro seguiré con entusiasmo sembrando "semillitas" de amor y aprendiendo con la esperanza que en ese acto generoso de educar se realice el deseo de vivir juntos, construyendo el bienestar de todos. Ricardo Castillo
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