Sergio Roulier
El barrio Santa Teresita difícilmente sea conocido por su nombre por el resto de los rosarinos. Pero tiene símbolos que lo identifican: la parroquia homónima, la fábrica Santa Clara o la estación transformadora de la EPE. Antes lo llamaban barrio Metalúrgico porque se formó con los obreros de las fábricas de Ovidio Lagos, hoy convertidos en jubilados y desocupados. Todavía conserva su impronta industrial ya que una importante aceitera mantiene su chimenea funcionando, a pesar de ser uno de los sectores que más sufrió el proceso de desindustrialización y se nota en el nivel socio-económico de su gente. En ese sentido, es notoria la diferencia que traza la avenida Francia entre los que viven a ambos costados. Eso sí, dejó de ser una zona aislada ya que las aperturas de calles y avenidas lo conectaron con el resto de la ciudad. Es un barrio más bien nuevo, surgido a las espaldas de grandes fábricas como Fader, Marietta y Acíndar. De ellas, hoy quedan sus galpones abandonados. El trazado urbano fue creciendo y los servicios llegaron con los años. Así es como la pavimentación se completó en los 90. Siempre fue un sector que dependió del resto de los barrios linderos. Muchos lo consideran todavía como Alvear, pero desde que se construyó el complejo de viviendas de Acíndar cada zona fue adquiriendo un perfil particular. Y Santa Teresita tomó el nombre de la parroquia. El barrio se divide en dos. Hasta sus habitantes lo reconocen. Entre Francia y Lagos está el sector más acomodado. Se ve en el tipo de construcciones y el estado de las veredas. Allí está la parroquia Santa Teresita de Jesús y su escuela primaria y secundaria. Su símbolo bien visible a lo lejos es una imagen de Jesucristo ubicada por encima del viejo tanque de agua que quedó en el medio de la manzana. De Francia hacia el oeste, la zona es más humilde. Allí viven de las changas y la jubilación; el centro es el dispensario municipal a donde va todo el mundo, y tiene cerca los asentamientos precarios instalados sobre calle La Vincha y la Vía Honda, paralela a Avellaneda. El padre Juan Ríos definió al barrio como "conservador, tradicionalista y muy solidario", que sufrió la llegada de "los nuevos pobres, quienes antes tenían trabajo y hoy con vergüenza deben pedir ayuda y alimentos". A pesar de todo, los vecinos se han preocupado por el lugar y por proteger sus espacios verdes. La vecinal se hizo cargo de un terreno fiscal para parquizarlo y armar una cancha de fútbol para los chicos, y los canteros de La Vincha y Francia están cuidados y con juegos infantiles. Esa preocupación por el medio ambiente, quizás tenga que ver con lo que significa tener al lado de casa una planta aceitera, la Santa Clara. Existe una relación más bien ambigua entre el barrio y el establecimiento industrial. Se quejan por el "espeler" del cereal y los olores, aunque reconocen que "la empresa siempre ha colaborado con el barrio". Y constituye la fuente de trabajo de muchos vecinos. Por lo menos, "le pedimos que ponga un filtro o suba más la chimenea", expone Marina Pérez, de la vecinal. Otro sello que tiene el barrio es la estación de la EPE, la más grande de la provincia por su capacidad operativa. Es la que convierte la energía para uso doméstico y abastece al sur, oeste y parte del centro de la ciudad y a sectores rurales. Santa Teresita se ha beneficiado con las aperturas de Uriburu, Avellaneda y Francia. Lo han sacado del encierro y han aliviado la salida de Fragata Sarmiento hacia Ovidio Lagos, por donde pasa el transporte. Falta todavía completar la doble traza de La Vincha y la apertura de Crespo hacia la zona de Acíndar. Padece los mismos problemas que otros barrios como el transporte -añoran a la empresa General Mosconi que era "como del barrio"- y la inseguridad, forman parte de la inmensa jurisdicción de la comisaría 18ª. Del otro lado de Avellaneda, hay quintas, de las pocas que quedan en la ciudad. "Tenemos de todo en esta zona", dice un joven, sin saber si habla con orgullo o no. El predio ferial, por lo menos en los papeles, está pensado instalarlo en Circunvalación y Uriburu sobre un terreno donde todavía hay almácigos.
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