Más de tres mil personas aplaudieron y vivaron las ágiles patas que al galope dejaron las gateras. La ovalada pista de arena cobró una dimensión inesperada y los gritos aliento de elegantes rosarinos y rosarinas dieron cuenta de uno de los primeros espectáculos masivos de la ciudad: la inauguración del Hipódromo Independencia. Hace exactamente cien años, el 8 de diciembre de 1901. Cuando el siglo XX acarreaba sólo progreso, y vivían en la ciudad 200 mil personas. El turf, entonces, no sólo ofrecía recompensa económica sino la posibilidad de hacer sociales y disfrutar de la destreza de los jinetes y la soberbia de los caballos.
Hoy los directivos del Jockey Club de Rosario aseguran que el Hipódromo de la ciudad es el único del interior del país que sigue en pie. Tanto el presidente del club, Mario Araya, como el presidente de la comisión de carreras, Bernardo Rouillón, resaltaron que dos veces por mes se realizan carreras en el predio, una de las cuales se transmite en directo para todo el país, junto con las más importantes que se juegan en San Isidro y Palermo.
El hipódromo no escapó a las generales de la ley y la crisis económica, junto con otros procesos socioculturales ponen a esta actividad al borde del colapso. "El hipódromo es de toda la ciudad, todos los rosarinos tienen que defenderlo porque es parte de su patrimonio", alertó Araya, al tiempo que admitió que el turf ya no concita la atención masiva de los rosarinos.
En el mismo sentido, admitió que el predio puede y debe ofrecer otras alternativas para atraer al público. Incluso recordó que ya se han hecho experiencias exitosas como el recital de Fito Páez, y demostraciones de paracaidistas de distintas bases del Ejército Argentino, que convocó masivamente a la ciudad.
Araya resaltó la visión del entonces intendente Luis Lamas quien no sólo diseñó y pensó a futuro la urbanización de Rosario y el parque Independencia como uno de sus más grandes pulmones verdes, sino también cuando dio en concesión al Jockey Club de Rosario las 30 hectáreas para que allí se instalara el hipódromo y se comenzará con el turf.
"Fue el primer predio que se inauguró, ya que el parque cumple los cien años en el 2002", recordó Araya, y agregó: "Incluso fue un factor de desarrollo urbano de la zona, porque en aquella época no era un sitio demasiado cerca para llegar".
El Jockey Club tiene la concesión municipal hasta el 2006, y los directivos aseguran que están comprometidos a apuntalar la actividad, pero también en agregar atractivos "adicionales". Una modificación importante se dio en el predio este año, ya que el Instituto de Educación Física Nº11 (Isef), trasladó parte de su estructura allí.
"Nos pareció razonable que la Municipalidad pidiera un espacio para el Isef. Tenemos muy buena relación con la administración de Hermes Binner, que también estuvo en los distintos eventos para conmemorar el centenario", afirmó Araya. No obstante, reconoció que hubo oposición de las organizaciones sindicales de quienes trabajan en el predio cuando se anunció el traslado del complejo educativo. "Como institución siempre estuvimos de acuerdo", aclaró.
Modos de vida
Hoy se cuidan en el hipódromo 400 caballos, y viven de la actividad alrededor de 500 familias directa o indirectamente. "Si tenemos en cuenta a los propietarios de caballos, los cuidadores, los peones, los forrajeros y los jockeys son muchos los que se verían afectados si la actividad finaliza", advirtió Araya. Más aún, el directivo sostuvo que estos oficios son "muy específicos, y lamentablemente la gente no puede hacer otra cosa".
La movilidad de los equinos también supone una actividad extra, ya que por mes se trasladan a Buenos Aires alrededor de 150 caballos que van y vienen de los hipódromos de San Isidro y Palermo.
También en reuniones importantes que desarrolla el hipódromo rosarino se albergan caballos de todas las provincias aledañas, no sólo Buenos Aires, sino Córdoba y Entre Ríos, entre otras.
Por ahora a las reuniones hípicas acuden un promedio de 1.500 personas, pero a la hora de apostar la crisis económica atraviesa las carreras. "Lo que se apuesta en una jornada con las ocho carreras en total, en Buenos Aires se duplica en una sola", describió Rouillón.
Es decir el promedio de las jornadas rosarinas es de 20 mil pesos, que implican una erogación de entre ocho y diez pesos por apostador. Y si bien las chances de ganar son mucho mayores que en otros juegos de azar con pozos multimillonarios las bajas apuestas también acotan los premios a percibir. Con un peso, el jugador gana cuatro, lo que no aparece como demasiado apetecible a la hora de soñar con dinero extra.