| | Panorama La conmoción general se potencia en el campo Las últimas medidas profundizaron la crisis de confianza y generaron enormes complicaciones
| Susana Merlo
Es evidente que este diciembre de 2001 va a ser difícilmente olvidable. Para el campo, como si hubiera hecho falta, las últimas medidas económicas le agregaron una complicación adicional, para nada menor. De hecho, y sin entrar a discutir sobre la juridicidad de que un gobierno imponga la forma en que cada individuo debe manejar su dinero, es obvio que las decisiones e adoptaron agolpadamente, sin preparación de la gente ni de las entidades, especialmente bancarias, que deben implementar la mayor parte de ellas. Pero, por sobre todo, sin duda se hicieron "para" y "desde" la ciudad, sin tener (y sin conocer) para nada el tener que acatar las nuevas imposiciones a una o dos cuadras de bancos o cajeros, cuando la oficina de la Afip está a diez o o quince minutos, cuando el contador está "al tiro" de teléfono y otra, muy distinta cuando todo eso se debe hacer a 50 ó 100 kilómetros de distancia, sin teléfono, sin señal de celular, con caminos de tierra intransitables cuando llueve, etc. Sería necio negar, además, la economía informal que hay en muchos lugares y que, especialmente en el interior, tiene también mucho que ver con las limitaciones de infraestructura que se mencionaban antes. Pero a esto hay que agregarle que en un buen porcentaje, el personal rural no está preparado para la bancarización ni para operar con cheques o con tarjetas de débito, al margen de la distancia y falta de medios de traslado en la mayoría de los casos. Por supuesto, que muchas de estas limitantes tendrán que ir solucionándose -si el sistema perdura-, pero estamos justamente a fin de año, hay sueldos, pagos y aguinaldos que se deben afrontar en estos días, y muchos de los proveedores (poceros, alambradores, mecánicos de motores, camioneros, etc.) tampoco tienen el esquema para adoptar, de un día para otro, la bancarización que se impone desde la Casa de Gobierno. De hecho ni siquiera o, especialmente, los bancos no están preparados para hacerlo, lo que fue más que evidente. Pero además, y lo que muchos se preguntan es por qué, en este país, puede quebrar cualquier empresa menos un banco que es tan privado como una explotación agropecuaria, un kiosco, una fábrica o un supermercado. Si hablamos del campo y su agroindustria, en estos últimos años se asistió al cierre o achicamiento de cantidad de firmas. Muchas, incluso, fueron jaqueadas por el propio gobierno vía atrasos en la devolución de IVA de exportación, cambios en las reglas de juego, etcétera. En general, nunca pasó nada con esto. Sin embargo, cuando el tema es una automotriz o un banco ahí el asunto cambia sustancialmente. ¿Por qué? ¿Cuál es la razón de que estos sectores tengan tal preeminencia, absolutamente superior a la de cualquier esquema de producción? ¿Cuál es la razón de que para "salvar" a alguna de estas empresas, o beneficiar a alguno de estos sectores, se llegue incluso a perjudicar o complicar a todo el resto? Hay algo que falla. En realidad, hay muchas cosa que fallan y esta es sólo una de ellas. Pero como ocurre casi siempre, en el campo todas estas idas y vueltas se potencian, básicamente, porque el negocio rural hoy es de margen my escaso (nulo en ciertos esquemas), con riesgo climático y, lo más grave, de algún tipo de decisión a 3, 6 ó 12 meses y más, si ni siquiera nadie se anima a decir lo que puede pasar mañana? El tema hoy, para todos, es la inseguridad y la falta de confianza, más allá de lo buenas o malas que pueden ser las medidas que se adopten, y se sabe que con falta de credibilidad no hay esquema, por perfecto que pueda ser, que tenga alguna chance de éxito. Esta es la inquietud predominante y la razón, además de las limitantes climáticas y financieras, de que el campo difícilmente pueda mostrar una performance más o menos acorde con su potencial productivo. Es cierto que "desmantelar", bajar la producción, limitar el esquema es paulatino, distinto a una fábrica que puede parar su línea de producción de un día para otro, dar vacaciones a su personal, y reabrir al mes siguiente. Pero no es menos cierto que la "baja" o el "no crecimiento", en estas condiciones, son indefectibles y sus consecuencias se irán recibiendo en los próximos años, aunque para entonces seguramente muchos de los funcionarios actuales ya no estarán y, por lo tanto, no les importa demasiado lo que ocurra para ese momento.
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