Año CXXXV
 Nº 49.324
Rosario,
sábado  08 de
diciembre de 2001
Min 15º
Máx 22º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





El paisaje urbano, una radiografía del comportamiento de sus habitantes
Si los rosarinos no somos sucios, ¿quién ensucia la ciudad?
Los problemas: basura fuera de hora, plazas usadas como baño de perros, residuos arrojados desde los balcones

Laura Vilche

Pellegrini al 1200, 10 de la mañana. Alguien hace limpieza general y más de un transeúnte es bautizado desde lo alto de un balcón con una cuota de agua jabonosa y sucia. Parque Urquiza, a las 11 del mismo día. Un joven atlético se recuesta en el pasto para iniciar una serie de abdominales. En el primer intento para: el excremento de un perro le pegoteó el pelo marcando el fin de la rutina. Peatonal Córdoba al mediodía. Una promotora reparte volantes de una casa de comidas. El papel reza "no arrojar en la vía pública", pero la mayoría lo recibe, lo abolla y lo tira al piso. Montevideo al 300, el reloj marca las 18. Una mujer sale de su edificio bolsa en mano. Cruza la calle y la deposita al pie de un árbol. A los minutos un perro mete su hocico en el envoltorio y desparrama restos de comida en la vereda. Estas escenas, multiplicadas a cada hora y rincón de la ciudad, llevan a plantear más de un interrogante: ¿somos sucios los rosarinos?, ¿o será que somos desidiosos? ¿Nos falta educación?, ¿o carecemos de conciencia ciudadana? Y, finalmente, ¿quiénes son los que ensucian la ciudad si al momento de preguntar por el responsable todos señalan a un tercero?
Cuando las calles rezuman basura, el "yo no fui" es lo primero que sale. Sin embargo, en el anonimato de las encuestas los rosarinos dicen otra cosa. Hace un año, por ejemplo, La Capital dio cuenta de un sondeo donde más de la mitad de los consultados, el 54 por ciento, hizo autocrítica al reconocer que si la ciudad está sucia se debe, en gran medida, a la conducta de los propios rosarinos.
Tan practicado como el lanzamiento de jabalina y de bala, en más de un edificio rosarino ya se impuso un nuevo deporte: el lanzamiento de bolsas de residuos. "Es una vergüenza. A muchos les da lo mismo arrojarlas a los patios o a los edificios abandonados de al lado. Hace un tiempo se llenaron varios volquetes con esas bolsas porque los vecinos no se molestan en arrojar la basura por el compactador. Prefieren hacerlo desde el balcón, y hablo de alturas superiores al piso décimo. Y en los patios, ni hablar. Encontramos desde profilácticos hasta toallas higiénicas", sostiene Juan Carlos, un portero que desde hace 10 años trabaja en los edificios de Colón y Mendoza popularmente conocidos como El Palomar.
Diego vive en Entre Ríos al 1500. Se suma a esta protesta al decir que está "podrido" de ver a sus vecinos arrojar las bolsas de basura desde lo alto de sus balcones o de una vereda a otra.
Alberto y Luis son dos barrenderos del sector peatonal que al momento de calificar la higiene del ciudadano rosarino no dudan en decir: "La gente es sucia y negligente". Uno cuenta que se ha llegado a encontrar hasta con perros muertos en los cestos. El otro se indigna al recordar las oportunidades en que se topó con jeringas y vidrios en envoltorios.
Desde una heladería de la peatonal que luce mesitas y un cesto en la vereda se enoja Vanesa, una empleada del local: "Más de uno deja el cucurucho enchastrado en la mesa en lugar de tirarlo al cesto. Y las servilletas se acumulan en el piso". También se queja de la "desidia de la gente" Berenice, moza en una casa de té ubicada en la Recoleta rosarina.

Plaza "para perros"
Cuando llega el momento de decidir a qué plaza llevar a jugar sus hijos de 6 y 2 años, a Margarita se le plantea un dilema. Según remarca, tanto en la Pringles (Córdoba y Paraguay) como en la San Martín (Córdoba y Dorrego), "se contempla más el derecho de los perros que el de los chicos. En la Pringles hay un estiercolero, pero pocos lo usan, y en el césped de la otra hay más caca que flores".
Tres agentes de policía apostados en la esquina de Paraguay y Córdoba ratifican lo que afirma la mujer: "Después dicen que para lograr una ciudad limpia hay que educar a la gente. ¿Qué me dice de esta zona? La educación está en la cuna, no en la plata", sentencia uno de ellos.
Ezequiel tiene desde hace un mes un nuevo trabajo en la plaza Sarmiento. Se dedica a limpiar cada uno de los colectivos expresos que van de Rosario a San Lorenzo y Andino. En 8 horas, les pasa el lampazo a 40 coches. "También les paso el plumero, limpio el pasamanos y desodorizo", agrega. Su opinión sobre la higiene de la gente no tiene medias tintas: "Son todos unos mugrientos. Comen y tiran todo en el suelo, desde semillitas hasta escupidas, y pegan chicles en los asientos. Ni hablar de lo que se ve en las paradas. Antes de subir al ómnibus tiran el pucho y los papeles en la vereda y al bajar dejan el tendal de tarjetas magnéticas".
Y uno más. Carlos pertenece a una firma de limpieza de oficinas. Está lavando los vidrios de una compañía en la peatonal San Martín cuando evalúa su propia tarea. "En los lugares de trabajo la gente es muy descuidada: papeles, puchos y vasos plásticos, da lo mismo tiralos en un cesto que en cualquier lugar. Y ni hablar del baño de las mujeres. Disculpe por esto que le voy a decir, pero a veces ellas son más sucias que los varones", dispara.



Una postal de Rosario. La basura, problema de todos.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
"Existe falta de conciencia cívica"
Diario La Capital todos los derechos reservados