"Quedáte quieto porque con ésta te hago ver el cielo". Diego Amez, propietario de una tienda ubicada en la esquina de La Paz y Felipe Moré, sintió que el frío caño recortado de una escopeta se posaba en la boca y supo que no tenía nada más que hacer. Tres hombres armados irrumpieron en su negocio, lo pusieron en el piso boca abajo con las manos en la nuca, se apoderaron de 1.500 pesos de la caja registradora y hasta tuvieron tiempo de cargar en sus mochilas gran cantidad de mercadería. Minutos después, el grupo desaparecía entre los pasillos de villa Banana.
Sucedió cerca de las 19.30 del miércoles. Todavía no había caído el sol y Amez atendía a una clienta con total normalidad. El negocio está ubicado literalmente frente a villa Banana. El muchacho vivió toda la vida con su familia en el barrio Villa Urquiza, en la zona oeste de la ciudad, y desde hace varios años maneja una pilchería que tiene como principales clientes a vecinos de la zona, incluso de la misma villa. Con el de anteayer ya son tres los asaltos que sufrió Amez en dos años y medio. El último hizo que el muchacho instalara un portero eléctrico en la puerta.
A cara descubierta
El asalto se produjo cuando llegó al local un hombre que para el comerciante no despertó ninguna sospecha y que se mostró interesado en comprar un par de zapatillas. Al ver que todavía quedaban un par de clientes, el interesado en el calzado preguntó precios y manifestó: "Vuelvo en 15 minutos, guardáme estas zapatillas". El desconocido regresó en un lapso de tiempo menor y aprovechó para entrar justo cuando se retiraba la última persona y así evitar que se trabara la puerta.
Lo siguieron otros dos. Todos a cara descubierta, portando mochilas en sus espaldas, desenfundaron las armas. Dos llevaban revólveres, pero uno de ellos extrajo de su mochila una escopeta de caño recortado. La manera en que exhibió el artefacto (lo sacó del bolso en un solo movimiento por sobre su cabeza), pareció extraída de una película de acción. Después cortaron el cable del teléfono.
Amez manifestó que los delincuentes no lo golpearon, pero uno de ellos estaba sumamente alterado. "Parecía drogado", confesó. Con el cañón de la escopeta en la boca y un revólver en la nuca, Diego fue tirado en el piso boca abajo con las manos en la nuca. Enseguida los delincuentes preguntaron por el dinero. Justo ese día, el muchacho había cobrado algunas deudas y tenía en la caja 1.500 pesos. "Cuando encontraron la caja le pegaron un tirón que casi tiran el mostrador al piso", recordó. Después, los maleantes fueron hacia la mercadería. Curiosamente sólo se interesaron en las zapatillas Reebok, Nike y Adidas que estaban para la venta.
Luego de guardar los calzados en sus mochilas salieron corriendo a la calle. A pocos metros de allí y sobre calle Felipe Moré estaba el padre de Diego, que alcanzó a ver cuando los asaltantes se introducían en la villa. El hombre, decidido a hacer justicia por mano propia, buscó su revólver calibre 38 y salió en persecución de los delincuentes. "Si los encontraban dentro del negocio, con mi hijo amenazado, te juro que los mataba, aunque después terminara preso yo", comentó indignado Amez padre.
Los Amez llevan más de 30 años en Villa Urquiza y ya están acostumbrados a vivir frente a uno de los asentamientos precarios más grandes de la ciudad. "Muchos de nuestros clientes viven allí y hay gente buena y mala, como en todos lados. El problema son los pibes que se falopean y los aguantaderos, todos saben que en Cerrito y Felipe Moré hay uno".