| | Reflexiones Volver a la escuela
| Marcela Isaías
No es la primera vez en la provincia que una directora de escuela es acusada de malversar los fondos destinados al comedor escolar. El hecho, de comprobarse, no admite más que el repudio unánime por la actitud. Sin embargo, también obliga a un debate más profundo sobre la función que se les asigna hoy a los directores. Originalmente vinculado a lo pedagógico, el rol del director ha sido desplazado (y lo es cada vez más) hacia otras tareas que nada tienen que ver con su formación. Basta recordar, por citar ejemplos recientes, que además de andar detrás de la copa de leche y de la comida de sus alumnos, con la implementación de la ley federal y los cambios de infraestructura debieron convertirse de la noche a la mañana en arquitectos, plomeros o maestros mayores de obra, además de administradores de la plata que les enviaba el Plan Social Educativo. A principio del año escolar, los ministros de educación de América latina se reunieron en Cochabamba (Bolivia), donde realizaron una declaración conjunta y una serie de recomendaciones para la educación de la región. Entre ellas, se afirmaba que "para lograr aprendizajes de calidad en el aula los docentes son insustituibles"; también se recomendaba capacitar al personal directivo "para que pueda apoyar y orientar efectivamente a las escuelas en la búsqueda de la calidad de educación" y para que "sean capaces de liderar la elaboración y ejecución de proyectos educativos". El financiamiento para implementar políticas que atiendan a un mejor desarrollo de las escuelas es indispensable, pero no es el único factor. También hacen falta señales claras de que se quiere valorizar el rol de los directores y devolverles su lugar. Es inexplicable, por ejemplo, que el 80% de las escuelas santafesinas estén dirigidas por directores interinos, quienes hace 14 años esperan poder concursar su cargo. Aunque también es cierto que la antigüedad, el paso del tiempo y la permanencia en un lugar no garantizan por sí mismas directores idóneos. En tanto quienes dirigen las políticas educativas no empiecen a tomar seriamente lo que suscriben en encuentros internacionales y los días de clases sean una obsesión mayor que la calidad de la educación que se imparte, los directores de escuela seguirán alejándose cada vez más de su función educativa.
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