Año CXXXV
 Nº 49.323
Rosario,
viernes  07 de
diciembre de 2001
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Homenaje de humoristas rosarinos al último día de clases
El acto escolar de fin de año, entre la solemnidad y la parodia
Padres que se pelean por actuar, discursos que nadie oye y alumnos que sólo piensan en las vacaciones

Laura Vilche

Pocos se animan a reconocerlo, pero en rigor de verdad los solemnes actos escolares suelen tener mucho de parodia. Hoy que termina el ciclo lectivo de los chicos que cursan desde nivel inicial a 7º año de la EGB (educación general básica) no faltará en ninguna escuela las estrofas del himno y las palabras de despedida del tipo: "Ustedes son el futuro" o "La escuela es el segundo hogar". Tampoco las escenas y personajes que La Capital decidió enumerar con la ayuda de un grupo de humoristas locales, en este festivo último día de clases 2001.
Varias situaciones y personajes se destacan en un acto escolar de fin de año, "un acto particular entre los actos porque en este caso nadie homenajea a un prócer o celebra un hecho relacionado con la moral. O sea, un acto que no tiene antecedentes en el Billiken", señalan los humoristas locales Esteban y Pirín.
En estos actos nunca falta el discurso que nadie escucha, ni el micrófono que se acopla o directamente no anda.
Roberto Fontanarrosa sostiene que la frase "palabras alusivas" se aplica "desde siempre" en un único lugar y momento: en la escuela y durante un acto. "Lo digo con conocimiento de causa, con esa frase -en general dicha por la señora directora- se da entrada al discurso más importante del acto, que se encabeza siempre así: «señores padres, maestros, alumnos». Los discursos son invariablemente aburridos, a veces tanto como los actos, la única ventaja para los chicos es que ese día no hay clases".
A lo primero que alude Chiqui Abecasis al referirse a los actos es al "infaltable piano desafinado y la existencia de un equipo de sonido averiado". También resalta la penosa coincidencia de que en estas latitudes los actos de fin de año se vivan con calor, mucho calor. "Pobre los nenitos -dice Abecasis- los visten de osos o leoncitos y con tela de invierno, después lleva como 15 días sacarles los hongos y las ronchas de la piel".
En cuanto a los personajes del acto los hay de todo tipo. Ni buenos, ni malos: repetidos. Por un lado, están las madres, que tanto bien hacen en acercarse a la escuela para dar el mejor de sus apoyos, pero que cuando se toman esta actividad de manera full time no se van más.
Están cada día a la entrada y también a la salida, juntan plata para los diversos regalos, organizan cosas (siempre organizan cosas), y encima, desde hace un tiempo, actúan en los actos. De hada o de vaca: lo mismo da. Ensayan con rigor, se pelean por el papel protagónico y por llevarse todos los aplausos.
"Es que los padres queremos estar con nuestros hijos y a veces nos ponemos molestos, más que en la escuela parece que estuviéramos en una reunión de consorcio. Yo trato de quedarme atrás de la escena -cuenta el humorista Juliovich - porque actuar en realidad me pone tan nervioso como cuando era chico. Participar en un acto para muchos chicos fue y sigue siendo un tormento".
Fontanarrosa cuenta que la pelea materna por el estrellato no la vivió en su infancia porque en esa época sólo actuaban los niñitos. "Pero sí recuerdo a la madres interesadas porque su hija se destaque. En mi época se mandaba la nenas a declamación, danza clásica y española. Las madres tenían sobre ellas mucha expectativa artística", recuerda el humorista. A este recuerdo se suman Esteban y Pirín: "Es cierto que ahora los padres se disfrazan. No se contentan con convertir a sus hijos en ratoncitos, ahora ellos encaran el ridículo papel de mosquito o bichito de luz".
También están los padres. Ellos, mal que les pese, siguen yendo a la escuela menos que las madres, y cuando están en el acto les toca ser fotógrafos o camarógrafos. El problema es que algunos se conectan por primera vez con el oficio en ese momento. Y no es fácil: brazos y cabezas extrañas se cruzan en el visor cuando precisamente quieren hacerle el primer plano a su hijo. Debut y despedida.
"Y si no sacan fotos buscan excusas para escaparse un ratito del aburrido acto. ¿Sabés de quiénes se valen? Del hijo más chiquito, ése que todavía no va a la escuela. Se justifican y dicen «lo llevo a pasear un rato afuera para que no hinche»", comenta Chiqui Abecasis.

Maestras y papel crepe
Por supuesto se suman en esta importante ocasión escolar las maestras. Ellas que son las que ponen todo su empeño para que las cosas salgan bien suelen ser las primeras en desilusionarse: reciben las quejas de los padres si su nene no salió abanderado, dedican horas en adornar el patio con el insustituible papel crepe que se despega justo en ese momento y practican hasta el cansancio el numerito o la canción que los demás chicos ni miran, ni escuchan. "Lo que siempre me pregunté es por qué las maestras jardineras se disfrazan y bailan, ¿qué les pasa?", se interroga Esteban. "¿Por qué se pintarán como vedettes el día del acto?", pregunta Abecasis.
Y los chicos. No olvidar que el acto es principalmente para los chicos. "Y lo gracioso -agrega Esteban- es que cuando son los chicos los que hacen los discursos recuerdan el viaje de estudio, lo divertido de la salida del cole. Cosas que nada tienen que ver con la escuela. Unos desagradecidos".
Así las cosas. Hoy no será la excepción, habrá que festejar el acto escolar de fin de año y "quiera Dios- dice Juliovich- que sea corto". Felices vacaciones.



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Felices vacaciones
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