Año CXXXV
 Nº 49.321
Rosario,
miércoles  05 de
diciembre de 2001
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Optimista, el escritor asegura que los momentos de crisis sirven para pensar
Jorge Bucay: "Sé que cualquier discurso que apueste al futuro puede leerse como una estupidez"
Es terapista gestáltico y sus libros son best seller. Dice que no da recetas y que lo suyo es hacer un culto a la idea

Laura Vilche

También Cavallo le rompió los esquemas. Cuando hace tiempo lo invitaron a Jorge Bucay a venir a Rosario para hablarles a ejecutivos y empresarios sobre las "Nuevas maneras de pensar nuevos emprendimientos", no pensó que sería el ministro de Economía el responsable de repensar el ayudamemoria de su seminario. "Me preguntaba si tendría sentido hablar de emprendimientos en momentos en que tratamos de sobrevivir", dijo ayer a La Capital, pocas horas antes de su charla en el centro de convenciones del hotel Ariston ante un auditorio colmado de hombres de negocios.
-¿Y qué se contestó?
-Que cuando caemos en el pozo es el mejor momento de pensar, planificar, y planear qué haremos cuando estemos bien.
Bucay, de 53 años, es médico psiquiatra y terapista gestáltico aunque paradójicamente reconoce que si hoy tuviera que analizarse elegiría "sin dudas" la vía del psicoanálisis. Es autor de varios libros cuyas ediciones se agotan rápidamente. Entre otros se destacan "Cuentos para pensar", "De la autoestima al egoísmo", "Amarse con lo ojos abiertos" y el último: "El cochero", escrito en forma conjunta con Marcos Aguinis. Algunos lo conocen como "el psicólogo de Tinelli", otros como el conductor del programa televisivo "El buscador". Sabe que al momento de las críticas se lo tilda de mediático y de dar recetas. Pero no presenta batalla. Sólo contesta que lo suyo es "ayudar a pensar, a hacer un culto a la idea, al librepensamiento".
-Si es bueno reflexionar en momentos de crisis, ¿estamos en uno de los mejores momentos, no?
-No tengo dudas. Los argentinos somos bastante ciclotímicos y el problema de esto es que cuando se está eufórico se quiere hacer todo a la vez, y así falta concentración y reflexión para proyectar. Y cuando se está en el pozo uno se lamenta por no poder poner en práctica el hacer. Creo que hay que entrenarse para planear en los momentos en que el ánimo y la capacidad para hacer está en deflexión. En este momento hay que pensar qué Argentina queremos teniendo en claro que no vamos a poder construirla ahora. Esto es así para el país y para cada uno de nosotros. Es momento de capacitarse y prepararse; es momento de construir el interior de uno mismo para enfrentarse al exterior.
-Usted se dedica a reflexionar sobre temas existenciales como el amor, la infidelidad y la soledad, ¿de qué les habla a los empresarios?
-De creatividad, porque para mí una nueva manera de pensar implica siempre creatividad.
-¿Cómo entiende usted la creatividad?
-Como la capacidad de ordenar las cosas que uno tiene de una manera diferente para buscar un resultado distinto. Es mirar las cosas de otro ángulo.
-¿No se cruza con gente que le dice que su discurso sobre la creatividad es muy lindo pero hay que llegar a fin de mes?
-Sí. Cualquier discurso que apueste al futuro puede ser leído como un canto a la violeta, como una estupidez. Una vez dije que no creía que viviéramos en una sociedad salvaje y alguien me dijo: "Parece que vivimos en barrios diferentes". Y le contesté: "Creo que tenemos miradas diferentes del mismo barrio". Es decir, es cierto que hay tipos que desde el auto tiran una botella desprejuiciadamente, pero no es menos cierto que hay tipos que salen desde su casa con la escoba y barren los vidrios rotos. Si no, las calles estarían llenas de botellas.
-En sus libros usted habla de autodependencia, de valerse por uno mismo en pareja, en familia y en otros tantos órdenes. ¿No cree que cae en su propia trampa creando bucaydependientes, seguidores incondicionales de sus libros, sus charlas y su programa de televisión?
-Te contesto como terapeuta. Nuestro rol es permitir la pseudodependencia que genera el paciente con el terapeuta mientras el paciente lo necesita. Pero un buen terapeuta debe liberar al paciente cuando termina su trabajo.
-Debe soltarle la mano como los padres a sus hijos...
-Claro, como un educador. El padre es un educador, el docente es un educador y el terapeuta también lo es. De hecho yo llamo a lo mío docencia terapéutica, entonces puedo suponer que alguien se vuelva bucayadicto. Pero no hay peligro, porque estoy seguro que estoy de paso y que en algún momento ese alguien me va a cuestionar. No importa si me utiliza, si se apoya en mí en un momento. No estoy interesado en hacer una secta, un culto a mi persona; estoy interesado en hacer un culto a la idea, al librepensamiento. Lo que digo puede gustar o no, puede servir o no y puede cuestionarse.
-Ya que habló de cuestionamientos, usted sabe que algunos de sus colegas lo critican por ser mediático y por dar recetas de vida...
-Es cierto que soy mediático. También es verdad que en su momento critiqué a (Mario) Socolinsky, a (Lorenzo) Borocotó y a Florencio Escardó, y hoy puedo entender que eran precursores, tipos que la tenían muy clara. Entiendo que a los demás les moleste. Pero aclaro que a mí me costó mucho trabajo darme cuenta que el consultorio era demasiado poco para justificar 30 años de preparación terapéutica. Salí del consultorio, trabajé con grupos, ejercí la docencia, después vinieron los libros.
-Y a quienes lo acusan de dar recetas, ¿qué les dice?
-Que no es así, que yo hablo de premisas. No digo "hacé esto, lo otro o lo de más allá". Digo, "pensá en vos, querete", en función del rescate de la relación con uno mismo. Yo no escribo autoayuda, aunque me encantaría escribir un buen libro de autoayuda. Quién puede decir que "Tus zonas erróneas", el libro de Wayne Dyer, no es autoayuda de la mejor. Pero no es lo mío. No le digo a nadie que agarre un espejo y repita: "Me quiero, me quiero", desde un lugar mezquino y egoísta. Yo apunto a la reflexión.
-Usted sostiene que la gente decide tener hijos a partir de una insatisfacción. ¿En estos momentos de insatisfacción social corremos el riesgo de superpoblar el país?
-(Risas) Es que no hay conducta que se genere sin motivación. Si algo me falta deseo tenerlo. Yo tengo una regla que es la del oso: usted tiene un deseo, obténgalo: esa es la primera "o" de la palabra oso. ¿No puede? sustitúyalo, ahí va la "s". ¿Imposible? Entonces, olvídelo.
-Esta sí es una receta.
-Sí, pero obliga a pensar. ¿De qué sirve seguir atado al deseo de lo que no puedo obtener, ni sustituir?



"Yo hablo de premisas, no de recetas", destacó Bucay.
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