| | cartas La vanidad hecha de vino
| El ataque terrorista al World Trade Center fue un atentado contra el símbolo más significativo del materialismo humano y al mayor poder económico del mundo. Esta tragedia provocó la muerte de más de 4.500 víctimas inocentes y junto a esta catástrofe desaparecieron los más ostentosos restaurantes que existieron sobre la faz de la tierra hasta el 11 de septiembre del 2001: el "Windows on the world" y el "Celler in the sky". Lo sorprendente de estas casas de comida eran sus cartas de vinos, cuyos precios oscilaban entre sesenta y dos a novecientos dólares la botella de tres cuartos. Se ufanaban en haber vendido la mayor cantidad de vinos en el mundo. Cuando leí novecientos dólares pensé que podría tratarse del vino más antiguo conocido hasta ahora, el de las ánforas halladas por el doctor Ballard -descubridor del Titanic-. Este científico, no hace mucho, encontró en el fondo del Mediterráneo, frente a Libia, cierta cantidad de ánforas de veinte litros de vino cada una con sus respectivos tapones en buen estado. Según estudios realizados, se llegó a la conclusión de que pertenecían a un barco fenicio hundido en el 725 a.C. Descarté esta posibilidad ya que este vino debido a la salinidad se debería haber hecho imbebible. Supuse entonces que podría tratarse del francés Romaneé Conti, actualmente el más caro en el mercado internacional, pero así y todo su costo no alcanza los novecientos dólares. El precio de esta exquisitez está avalado por proceder de un pequeño viñedo de 1.800 hectáreas, propiedad de un conde venido a menos y su fama se fundamenta en la creencia de que su cepa fue plantada en la época de la dominación romana. Si nuestros queridos vinos, los más caros aquí y famosos en el mundo como los varietales, genéricos y otras uvas o la del epónimo malbec, no sobrepasan los sesenta pesos la botella, estimo que ese famoso Chäteau Clinet -cosecha 1961, de novecientos dólares los 750 ml y que desapareciera con las torres gemelas- no es más que la "vanidad hecha vino". Esto da lugar, salvo mejor opinión, a una muy seria reflexión. La humanidad ha llegado al máximo de la imperfección. El hermetismo de nuestra escasa inteligencia camina sobre el borde de la inocencia y no tiene capacidad para desembarazarse de nuestro arrogante materialismo. Roberto Linares
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