Con un arma en cada mano, el muchacho salió de la granja que no alcanzó a asaltar. Habían pasado las 11 de la mañana y en la puerta del local estaban dos agentes de la comisaría 13ª que respondieron a las desesperadas señas que les hizo el dueño del local cuando los vio pasar. Entonces, en un segundo, la esquina de Cafferata y Ocampo se convirtió en el epicentro de un tiroteo. El frustrado ladrón salió corriendo y cayó mortalmente herido después de hacer unos 50 metros. En su fuga, cubierta de disparos, alcanzó a herir a uno de los agentes que no pudo salir del patrullero. Tras la balacera, el móvil policial, el frente de la granja y otro negocio ubicado en la esquina opuesta fueron alcanzados por los proyectiles, que por una mera casualidad no hirieron a otras personas.
El dueño de la granja Los Nietos, Faustino Roberto Marcos, de 69 años, contó a La Capital que el ladrón se paró frente a la puerta cerrada de su local y pidió que le abriera. El comerciante le vio una cara conocida. "Me pareció que era el mismo hombre que me asaltó hace tres semanas", dijo. Pero desde la puerta, el muchacho le mostró una bolsita con carne picada y Marcos le franqueó el paso creyendo que era un cliente y que él se había confundido.
El muchacho entró y fue hacia la parte trasera del comercio, donde funciona la carnicería. Allí, amenazó con un arma al encargado y le exigió el dinero. Enseguida, un empleado le avisó al dueño de la granja que estaban asaltando al carnicero. Y en el mismo momento Marcos vio que un patrullero pasaba por la esquina y le hizo señas para alertarlo. El móvil detuvo su marcha y el agente David Hermes Maranzano se acercó a la puerta del local. Desde adentro, Marcos le hizo señas de que había un hombre en el negocio "para que no entrara, porque no sabía lo que podía pasar", dijo el comerciante.
Según el dueño de la granja, en esas circunstancias el ladrón advirtió que algo ocurría, porque "fue hacia la puerta con un arma en cada mano. Les gritó a los policías que tenía dos fierros y salió disparando", contó Marcos.
Uno de los primeros disparos del asaltante dio en el patrullero, donde se encontraba el cabo Alejandro Salvador Pérez, de la comisaría 13ª. Uno de sus compañeros contó que el policía se tiró hacia atrás y por eso el proyectil lo alcanzó en el pie, sin provocarle una herida de mayor gravedad.
Un infierno de balas
En tanto, "el otro agente corrió hacia calle Cafferata para cubrirse de los disparos del asaltante" y repelió la agresión. Una de las balas policiales alcanzó al ladrón, quien cayó a unos 50 metros del local, sobre calle Ocampo, donde murió inmediatamente. Su cuerpo quedó frente a unas casillas humildes de las cuales salieron los vecinos para ver qué pasaba.
El subinterventor de la Unidad Regional II, Víctor Sarnaglia, señaló que por disposición del juez Carlos Triglia, la investigación del episodio estará a cargo de la División Judiciales de la policía.
Tras identificar al cabo herido, Sarnaglia comentó que "se encuentra fuera de peligro con un proyectil alojado en el talón del pie izquierdo", por lo que fue derivado al Centro de Emergencia y Trauma Rosario. Poco más tarde, desde la oficina de prensa de la policía también se identificó al asaltante muerto como Claudio Alejandro Sotelo, de 24 años, quien tendría antecedentes penales y sobre quien pesaba una orden de captura por un robo calificado perpetrado en jurisdicción de la Unidad Regional XVII, en San Lorenzo.
Los rastros que dejó el intercambio de disparos eran visibles el mediodía de ayer, poco después que el cuerpo de Sotelo fuera llevado por la mortera. El móvil 1866 de la comisaría 13ª, el frente de la granja Los Nietos y una verdulería ubicada en la esquina opuesta al comercio asaltado tenían perforaciones de los proyectiles.
Precisamente, en la verdulería se encontraban el dueño, Angel Canuba, de 53 años; su tío Salvador, de 80, y dos clientas. Al escuchar el tiroteo las mujeres se fueron hacia atrás, para cubrirse tras una pared y el propietario intentó resguardarse debajo del mostrador. El trayecto que hizo la bala atravesó el lugar donde el hombre habitualmente se sienta.
El tiroteo fue intenso. "Los policías se vaciaron el cargador", señaló uno de los testigos mientras los agentes secuestraban en el lugar dos armas, calibres 22 y 32, que serían las que llevaba el frustrado ladrón.
A la convocatoria de público que provocó el tiroteo se le sumó la curiosidad por ver al hombre muerto. Los vecinos que salieron de las casas frente a las que cayó se mantuvieron en estricto silencio sobre lo que había ocurrido minutos antes. Entre las personas que se juntaron corrían los comentarios sobre la identidad del caído. El silencio de los vecinos, las caras consternadas y algunas miradas hacían entender que el hombre era conocido en el barrio. Sotelo vivía a sólo siete cuadras del lugar.