Isolda Baraldi
Elías Paccor sonríe tímidamente y acaso aún no sepa que le ganó una fuerte pulseada a la muerte. Luego de que se le detectara una hepatitis fulminante, con un diagnóstico de extrema gravedad, se articuló un dispositivo entre el Hospital Vilela, el Centro Unico de Ablación e Implante de Organos (Cudaio) y el Ministerio de Salud provincial para salvarle la vida, interviniéndolo en Buenos Aires. Pero hubo otro operativo en marcha. Todo el barrio trabajó contrarreloj para que la familia contara con el dinero necesario para los gastos extra mínimos y necesarios. Ante la urgencia de la situación los médicos decidieron que alguno de sus familiares directos podía convertirse en donante. Con esa indicación lo llevaron al Hospital Austral de Pilar; sin embargo, a las pocas horas de su traslado se encontró un hígado de un dador fallecido. La historia de Elías, de su familia y la del barrio Moderno (zona oeste de Rosario) no es la misma desde hace poco más de 20 días. Todos pelearon codo a codo y lograron derrotar un diagnóstico trágico. Hoy, Elías sonríe tímidamente. "No tenemos palabras, porque con decir gracias no alcanza", afirma sin titubeos Adriana, la madre del pequeño. Y da cuenta no sólo de la calidad y calidez de la atención médica, sino de la solidaridad que en los peores momentos recibió del barrio entero. Elías comenzó con síntomas de una hepatitis, por lo que fue atendido en el Vilela. A las pocas horas los profesionales explicaron a la familia que la salud del pequeño corría grave riesgo, finalmente Elías entró en coma. La suerte del pequeño dependía de horas. "Nos explicaron que necesitaba un trasplante y yo enseguida dije que sí, pero en realidad creo que no me daba cuenta de lo que estaba pasando", recuerda Adriana. El problema del donante se hizo presente y entonces se hicieron los estudios de compatibilidad con las hermanas e incluso con la madre del chico. El director del Cudaio, Armando Perichón, señaló que la Fundación Favaloro y el Hospital Garraham, a donde en general se derivan estos pacientes, no tenían cama para atenderlo, por lo que se contactó con el Hospital Austral, que inmediatamente lo recibió. Un grupo interdisciplinario recibió a la familia y le explicó cuáles eran los riesgos no sólo para Elías, sino también para el miembro de la familia que hiciera la donación. Luego de varias horas, durante las que se hicieron los estudios pertinentes, se recibió un hígado de un donante cadavérico que anuló la primera opción médica. Adriana recuerda que la noche del 8 de noviembre Elías entró al quirófano y casi ocho horas después recibió la noticia del éxito de la intervención entre abrazos y sonrisas. "Me asusté cuando lo vi con el respirador y todas las cosas que tenía, y me largué a llorar", dice ahora con una sonrisa. Casi inmediatamente se le pudo sacar el respirador y la recuperación de Elías transcurre con total normalidad, en su casa del barrio Moderno. Allí lo visitan sus amigos y come de todo. Lo único que da cuenta de la gravedad por la que pasó es un cronograma de cartulina pegado en el ropero que indica los horarios en que se le deben administrar los medicamentos y los controles que le siguen haciendo en Buenos Aires, dos veces por semana. Ni Adriana (47 años) ni su marido Mario (52 años) tienen trabajo. Con cinco hijos y cinco nietos, la vida no les resulta fácil pero la sobrellevan con espontánea alegría. En las horas más aciagas no sólo toda la familia se puso de pie, sino que una silenciosa cadena solidaria se estructuró en el barrio para ayudar a la familia. Rifas, sorteos, bingos, todo sirvió para alcanzar dinero a los Paccor, en pos de paliar los gastos extras de la operación de Elías. Una vez más se cumplió aquello de que el pobre ayuda al pobre, y en el humilde barrio Moderno no quedó nadie afuera de la enorme cadena solidaria. Elías es de River y no casualmente quiere estudiar y recibirse de enfermero. En pocos días conoció los distintos actores de la medicina con los que estableció fuertes lazos afectivos. Dice que es amigo de todos y que ellos lo llaman "campeón, tigre y rey", entre otros mimos y elogios. Despacio, muestra la panza donde aún le quedan 30 ganchos de metal que suturaron la herida. Con la cabeza afirma que no le duele, ni le molesta al dormir, pero dice que camina "un poco doblado". Más allá de las corridas bancarias, de las especulaciones financieras y de los vaivenes de la coyuntura política los Paccor sonríen y agradecen a Dios y a la ciencia los momentos que están viviendo. "Fue todo tan rápido, y todo salió tan tan bien, que no tengo palabras para expresar y para agradecer", repite una y otra vez la mamá de Elías.
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