Año CXXXV
 Nº 49.319
Rosario,
lunes  03 de
diciembre de 2001
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Los extremos de la vida

No cabe duda que los extremos de la vida de un individuo están construidos por la niñez y la ancianidad. Nuestro país sufre hoy profundas carencias, tanto en niños como en ancianos. En lo que a los primeros se refiere, basta observar a todas horas y tal como ocurre en otros centros urbanos, la presencia de pequeños, deambulando y pidiendo alguna moneda, a cambio de algún servicio o no. Mal alimentados, mal higienizados, mal vestidos y expuestos a todo tipo de riesgos, inclusive la prostitución, al mejor estilo de los países del tercer mundo. Estos niños representan nuestro futuro, desde ya tétrico y nefasto. Como paliativo, organizaciones de distinto origen funcionan como aliciente para cubrir las obligaciones de un estado ausente. Si vamos al otro extremo, la ancianidad, es mucho más triste. Jubilaciones y pensiones, algunas equivalentes a una buena pizza con champán. Atención médica continuamente interrumpida, aun en casos graves, falta de medicamentos, todo más que lamentable. El tema geriátrico es álgido, algunos operan con autorización, otros no, pero, suculentas coimas de por medio, hacen que todo esté bien. De acuerdo a lo expuesto, sólo el pueblo salvará al pueblo y, como dijera el extinto general, cuando el mismo llega al hartazgo, suele hacer tronar el escarmiento. Sobran los ejemplos en la historia mundial. Argentinos: reaccionemos, estamos a tiempo.
Ernesto Palou


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