El PJ demostró lo cerca que se siente del poder. La elección de Ramón Puerta como virtual vicepresidente sirvió para que todos tomaran nota de una situación objetiva: mientras el gobierno quedó prisionero de otro fin de semana salvaje y no tiene quién lo defienda, ni siquiera en la UCR (para no hablar de la extinta Alianza), los peronistas se olvidaron de las diferencias, fueron por todo y consiguieron lo que buscaban.
La vocación de poder del justicialismo maquilló las voces discordantes de los referentes de peso que creían (incluido el gobernador Carlos Reutemann) que hacerse cargo de la presidencia provisional del Senado con un gobierno casi etéreo significaba tomar demasiados riesgos.
La incomprensible gestión oficial (tan propensa a la inacción como a los cimbronazos desesperados cuando el agua le llega un poco más alto que al cuello) acorta los tiempos de quienes se sienten presidenciables.
La traumática hipótesis de que el país tenga elecciones adelantadas es tomada como "un hecho posible" por el peronismo, hoy convertido en un partido con demasiados liderazgos parciales y sin un plan alternativo.
La Capital está en condiciones de confirmar que Reutemann, Carlos Ruckauf y José Manuel de la Sota habían acordado firmar esta semana la Declaración de Rosario, por la cual se comprometían a dar a luz a un programa en común y abrir el camino para la elección del candidato a presidente. Pese a que los tres mosqueteros se comprometieron a mantener en reserva la cuestión, un garganta profunda filtró la información y puso los pelos de punta al Lole, que mandó al freezer el acuerdo.
El texto que se iba a firmar en la Delegación Rosario de la Gobernación traía implícito un hecho trascendente: al fin, Reutemann blanquearía sus aspiraciones presidenciales, aunque postergando cualquier movida importante hasta después de un verano que pronostica ser más caliente que nunca.
El titular de la Casa Gris, pese a todo, no quiere romper lanzas con la estructura partidaria del PJ. Aunque no estuvo personalmente en la reunión del consejo nacional que restituyó la conducción a Menem, avaló la presencia de tres de sus más importantes espadas: Jorge Giorgetti, Angel Baltuzzi y Liliana Gurdulich. Es más, Reutemann habló telefónicamente el martes con Menem para adelantarle la presencia de los representantes partidarios santafesinos.
Los reutemistas saben que si el ex presidente decide no dar pelea por la Rosada es mejor no tenerlo como enemigo declarado. Algunos asiduos visitantes de la quinta de Don Torcuato que alojó a Menem durante su detención recordaron a este diario un diálogo revelador. "Carlos, este tipo (por Reutemann) no pasó ni siquiera a saludar", soltó uno de los integrantes de la mítica carpa. Menem se lo sacó de encima con una orden que explica casi todo: "No importa, con el Lole no se metan". Cuando regresó a La Rioja para lanzar su candidatura presidencial se regodeó con la frase que Reutemann le reveló a La Capital: "Para frenarlo, habrá que ponerle la Muralla China".
Hombres en pugna
Mientras el ex jefe del Estado mandó a sus abogados a buscar una salida jurídica que no le impida ser candidato si es que De la Rúa no termina su mandato, Ruckauf ficha referentes del interior del país para su proyecto presidencial (Gioja, Barrionuevo, Jorge Yoma y Lafalla son algunos de ellos), tratando de que por una vez no se cumpla la maldición que le veda la Presidencia de la Nación a quien alguna vez gobernó Buenos Aires.
De la Sota parece acorralado por los problemas financieros y sociales de su provincia pero no se olvida de la carrera. "Nos vemos en la cancha", le dijo hace pocos días a Menem.
La diáspora peronista, sin embargo, desaparece a la hora de las grandes decisiones, como bien lo graficaron las imágenes que saltaron, impactantes, desde la Cámara de Senadores. Al unísono, menemistas, ruckaufistas, delasotistas y reutemistas cantaron la Marchita, esos versos satánicos para los legisladores radicales que abandonaron el recinto y regalaron el escenario mediático. Ver pelear en soledad a la frepasista Vilma Ibarra, soportando una andanada de chicanas del inefable Luis Barrionuevo, fue la demostración de la orfandad ¿oficialista? \El desafiante "todos unidos triunfaremos" que tronó en el recinto se pareció a esos lujos que se dan ciertos futbolistas cuando su equipo está ganando por goleada y faltan cinco minutos para el final. Habrá que comprobar si el gobierno entró en tiempo de descuento, pero también la validez en la práctica de la "unidad justicialista", con tantos jugadores desequilibrantes, ambiciosos e individualistas en el campo de juego.
Nadie se atreve a responder, sin embargo, la madre de todas las preguntas: ¿cuánto tiempo le resta a este partido?