Los obispos le están poniendo mucha presión al gobierno de Fernando de la Rúa, y no sólo en cuestiones inherentes al "tendal de pobres" que está dejando la política económica imperante en el país desde hace algunas décadas. También formalizaron quejas relativas a la educación, las asignaciones familiares, los aportes patronales, y ante "la incoherencia" que dicen percibir en los delegados argentinos que asisten a los foros internacionales, en donde se debaten temas vinculados a la defensa de la vida.
El particular enfoque doctrinal obligó a la Secretaria General de la Presidencia a realizar denodados esfuerzos, aunque sin éxito, para que por los menos un obispo aceptara el convite del jefe del Estado para encarar la concertación. Infructuosas gestiones que incluso se entorpecieron, según admiten en ámbitos episcopales, por maniobras "poco claras" de funcionarios del gobierno para capitalizar políticamente una reunión de menor cuantía con representantes del tercer sector y Cáritas Argentina.
Una voz en el teléfono
Por eso hizo falta que el secretario general del Episcopado levantara un teléfono para aclarar que la Iglesia no iba a ser parte en una mesa de concertación, pero sí cedería la sede de Suipacha 1034 para apurar el encuentro de la multisectorial.
"Nos preocupa que se confunda nuestro rol en la sociedad y que aquellos que tienen el deber de recomponer el tejido social, antes que todo termine en estallido o sometimiento, se dejen vencer por la desconfianza y los intereses particulares, cuando la clave está en la unidad de criterios", deslizó un portavoz.
No menos dolor de cabeza trajo en los despachos de Balcarce 50, el auspicio que hizo el titular de la Comisión Episcopal, Raúl Primatesta, del encuentro para "La patria que merecemos" que reunió a varios de los actores sociales que el gobierno querría tener en su mesa de consenso.
Otro modelo
Con el agravante de que el purpurado cordobés utilizó a su mano derecha, el laico Guillermo García Caliendo (una persona muy poco tolerable en esferas oficiales y también en algunas eclesiásticas), para insistir en la idea de gestar un "modelo de país distinto", de abajo hacia arriba, y en donde trabajo, educación y salud sean las prioridades.
Una idea que cayó como un balde de agua fría entre los funcionarios del Ejecutivo nacional, que observan como el piso parece moverse en los despachos de la Casa Rosada.