Año CXXXV
 Nº 49.317
Rosario,
sábado  01 de
diciembre de 2001
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El parque Independencia sumó una nueva atracción
El Jardín de los Niños quedó inaugurado con una gran fiesta
Actores y músicos pusieron en movimiento las máquinas de trepar, de volar y de sonar

Carina Bazzoni

Una fiesta. Así se vivió ayer la inauguración del Jardín de los Niños. Zancudos, payasos, acróbatas y músicos pusieron en movimiento las máquinas de volar, de trepar, de sonar y de imaginar despertando sorpresa y sonrisas tanto en los funcionarios públicos como en los alumnos de escuelas, jardines de infantes y los contingentes de distintos centros Crecer, especialmente invitados al evento.
"Pasen por aquí, chicos, pasen por aquí", invitaba un malabarista señalando la enorme entrepierna que armaban sus zancos. Y la propuesta fue tan insistente que hasta el mismo intendente Hermes Binner no dudó en agacharse y atravezar las altísimas piernas del zancudo. Es que después de varias postergaciones -ya que en principio su inauguración estaba estipulada para agosto de 2000- por fin el Jardín de los Niños se presentaba en sociedad.
Ubicado en el corazón del parque Independencia, en el mismo lugar que supo ocupar el ex Jardín Zoológico, el nuevo paseo no es un parque de diversiones, ni un museo interactivo, ni un espacio para espectáculos infantiles. Sus creadores prefieren definirlo como una "máquina de imaginar" que también tiene juegos, propuestas didácticas, cuadros, actores y escenarios.
El recorrido comenzó en "el territorio de la invención" y sus máquinas de volar, de trepar y de sonar. Al ritmo de una banda cirquera, unos 20 payasos probaron los arneses que les permitieron, por un momento, sentirse pájaros. Uno de ellos soltó su manojo de globos y dejó escapar una lluvia de papeles metalizados. La estampida de petardos y cañitas voladoras no dejaron duda de que el aparato, inspirado en diseños de Leonardo Da Vinci, estaba listo para convertise en la vedete del paseo.
La función siguió en la "terraza del espectáculo" donde los alumnos de la Escuela Municipal de Danzas y Arte Escénico rememoraron las antiguas recorridas por el Jardín de los Niños inaugurado en 1915. Después, un grupo de la Escuela Provincial de Música puso en movimiento la máquina del sonido. Un complejo de toboganes e instrumentos musicales que se accionan pedaleando, trepando y desplazándose.
Mientras tanto, un grupo de actores vestidos de marineros se desperezaban en la máquina de trepar. Un conjunto de redes que recrea la estructura de un antiguo galeón. La explosión de dos bombas de humo, una naranja y otra azul, anticiparon lo que venía: el circuito de "la montañita encantada".
"Aquí hagan silencio y escuchen las preguntas de la montañita", recomendó su portero. Y el consejo no era despreciable. Ni bien la comitiva ingresó por los angostos pasillos de la montañita, repletos de vegetación, les llovieron rugidos de animales, susurros, gritos y tormentas.
Una roca proponía: "Decí tu nombre en mi boca" y devolvía las palabras repletas de ecos. Otra, invitaba a acercar los oídos e interrogaba: "¿Imaginaste alguna vez ver muchos como vos pero distintos?". A pasos de allí un conjunto de espejos devolvían la propia imagen pero un poco más alta, más baja, más gorda o más flaca.
La muestra sobre los tiempos modernos marcó el fin del itinerario. En una estructura semi enterrada ubicada en el medio del complejo se pueden recorrer lo mejor y lo peor del siglo XX. La llegada del hombre a la Luna, la instalación de fábricas, la lucha por los derechos humanos y también la obra de sus artistas recreada en forma de rompecabezas, cubos y juegos de encastre.
Así es el Jardín de los Niños. Algo de parque de diversiones, algo de museo, algo de teatro. En fin, una máquina para imaginar.



La máquina de volar es una de las mejores atracciones.
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