Barbara Alighiero
Quetta, Pakistán. - Osama Bin Laden viaja por Afganistán en un convoy de pick-up surcoreanas, cargadas con tres esposas y quince hijos -entre ellos una recién nacida- con baúles de vituallas, y no exactamente de incógnito. Decenas de custodios lo escoltan a cada paso, lo protegen y le hacen de escudo en una caravana que no es por cierto invisible, lo cual lleva a opinar que Estados Unidos no lo quiere detener hasta estar bien establecido en Afganistán. "Es claro que los norteamericanos no quieren detenerlo, para tener tiempo de establecerse bien en Afganistán", dice Hamid Mir, un joven periodista paquistaní que entrevistó a Bin Laden tres veces, la última hace tres semanas, cuando el militante saudita anunció al mundo que tenía la bomba atómica y armas químicas. Hamid Mir es director del diario en urdu Ausaf, nacido en 1999, gracias a los financiamientos de un misterioso empresario paquistaní y que edita 90.000 ejemplares. Su contacto con Bin Laden es relativamente reciente, pero lo suficientemente íntima como para tener detalles que puedan ser útiles a la propaganda del hombre más temido del nuevo siglo. La beba que acompaña a Bin Laden por el desierto nació el 13 de septiembre, dos días después de los atentados en Estados Unidos. Se llama Safia, según explicó el millonario saudita a Mir, como la tía del profeta Mahoma que mató a cientos de judío. Nadie ha visto a las tres jóvenes esposas, porque eso se le concede sólo a un familiar, pero Osama expresó que son todas árabes y ha negado ser suegro del mulá Omar. Su primera mujer le pidió permiso para vivir en Arabia Saudita. Estuvo a su lado en todas las batallas de Afganistán. Soñaba con una vida calma pero los últimos hechos la impulsaron a volver a casa. El hijo mayor de Osama, Abdullah, de 22 años, trabaja en el negocio de la familia, la construcción. Hamid Mir dice estar seguro de que los norteamericanos saben dónde se oculta el terrorista. "Tienen muchísimos infiltrados en sus filas", dice Mir, quien relata cómo EEUU, a principio de mes, lo siguió hasta Kabul para luego perderlo cuando se fue a entrevistar a Bin Laden. Para Mir aquella entrevista fue una aventura. "Los árabes me hicieron tomar tres duchas calientes para eliminar eventuales sustancias químicas que habrían podido guiar a los norteamericanos al refugio de Bin Laden, me sentía hervir. Luego me dieron un somnífero y me desperté a las tres horas, con un terrible dolor de cabeza, en una casa de barro, al norte de Kabul". Dos días después de la entrevista, con las amenazas sobre las armas nucleares, los talibanes abandonaron la capital afgana. Los espías norteamericanos saben donde está el mulá Omar y en este caso también están esperando para detenerlo. La demostración, sostiene Mir, es el atentado del 12 de octubre, cuando el jeep del máximo líder espiritual y político talibán voló por el aire en Kandahar, pero sólo cinco minutos después de que él descendiera. (Ansa)
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