Año CXXXV
 Nº 49.314
Rosario,
miércoles  28 de
noviembre de 2001
Min 15º
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Reflexiones
Clonémonos, pero sin Aznar

Eduardo Haro Tecglen

Me pregunto qué capacidad mental tienen los políticos para aceptar o prohibir pasos científicos con respecto a la vida humana. Tienen superstición, miedo y codicia. En la lista de los grandes progresos históricos hay siempre gran oposición de los poderes, apoyados en su pata eclesiástica. Es rarísimo que sigamos aceptando lo escrito con seriedad de burro en libros de toda falsedad por visionarios que dicen hablar con Dios o serlo ellos, completamente ajenos a la razón práctica a lo que se ve, a lo que se prueba, por predicadores de carrera que se visten con hábitos raros -las monjas llevaban burkas hasta hace poco, y algunas siguen-, y que esto forme parte de la administración de las sociedades.
Hasta la gente que parece ser laica tiene técnicas de moral y de ética, y algunos ¡hasta dan clases en la Universidad!, cuando sólo arrastran residuos de viejos teólogos tan locos que eran castos y, cuando no lo conseguían, se sumían en una profunda desesperación. Esta cuestión de la clonación de células lleva ya tiempo correteando por los centros de la irracionalidad práctica, manipulados por personajes tan dudosos en sus conocimientos y en su sabiduría como el Papa, Bush o Aznar. O los brutales mulás, o los bonzos del Tíbet. ¿Hay algo más extraño que la desesperación del mundo por el destierro del Dalai Lama, que mantiene en lo alto de una montaña la idea de la transmigración de las almas? Pues esta locura, o simplemente estupidez, la sostiene el mundo occidental entero, y le reciben los altos religiosos y los jefes de Estado, y le animan a que vuelva a la montaña para mantener esa ridícula y dañina verdad. Y todo para echar a los chinos, que en unos cuantos años han sacado sus poblaciones de la miseria del opio, de las colonizaciones y de la crueldad feudal. (Ah, no se hagan ustedes ilusiones: no soy comunista, y menos chino. Pero entre la adoración increíblemente estúpida al Dalai Lama y la salida adelante de millones de subseres parece que hay una diferencia. El Dalai Lama y el Papa, y el Gran Muftí y quienes sean, que se reúnan con Aznar y con Bush y con el pobre Blair para ver si fastidian la clonación: que es, simplemente, una esperanza más de vida, de curación, de lucha contra el dolor).

(*) El Pais - Madrid


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