Año CXXXV
 Nº 49.314
Rosario,
miércoles  28 de
noviembre de 2001
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Interiores: Desencuentros

Jorge Luis Besso

Para los desencuentros no hacen falta agencias especializadas que se ocupen, por caso, de organizar que dos almas en pena se desencuentren definitivamente, ya que para eso cualquiera es especialista. Tampoco hace falta para los desencuentros fijar hora y lugar, ya que éstos se producen en cualquier momento y a la vuelta de cualquier esquina o recodos de los tantos que hay en la existencia.
Los muchachos de la Real Academia definen encuentro como, "el acto de coincidir en un punto de dos o más cosas, por lo común chocando una contra otra". Es interesante observar que la definición se refiere a cosas, es decir, objetos, pero el concepto puede extenderse perfectamente a las personas y en ese caso hablaremos de: "el acto de coincidir en un punto de dos o más sujetos, por lo común chocando uno contra el otro". Una representación no intelectualizada de la vida cotidiana de estos tiempos globales -sobre todo por la cantidad de globos que se pinchan- puede verse en los parques de diversiones asomándose a los clásicos autitos chocadores para ver cómo se surten unos y otros. Están los que circulan pintados de guerra como si estuvieran en el circo romano, y están los que circulan distraídos, que por lo general son los que reciben el impacto directamente en los riñones. Igual que en la vida.
En el comienzo nos encontramos de pronto con la vida y tardamos bastante tiempo en advertir cómo es la cosa, algunas veces la vida entera. En el final nos encontramos con la muerte, ya que se trata de la entrada a la famosa paz eterna donde se presume que ya no hay más momentos buenos y malos por la sencilla razón de que ya no hay más momentos, pues ahí todo es para siempre. No deja de ser una humorada que esto ocurra después de haber comprobado más de una vez en la vida, precisamente, que nada es para siempre, con lo que quizás el sueño más importante del hombre se realiza después de la muerte. Es un premio consuelo o un certificado de desconsuelo, más aún si no supimos o no pudimos aprovechar el único turno que tenemos.
Recuerdo la pregunta que me hizo mi padre poco antes de morir: ¿qué me pasó? No esperó la respuesta que yo no sabía, aunque sigo creyendo entender lo que preguntaba.

Comunicaciones
Además de ser el nombre de un club, es este un terreno especialmente propicio para encuentros y desencuentros, por que es muy cierto que hablando la gente se entiende, pero también es cierto que cada tanto comprobamos que con el otro "no hablamos el mismo idioma", con lo que más tarde o más temprano descubrimos que en el mundo sólo hay dos idiomas:
1) El de uno.
2) El del otro.
Lo curioso es que manejamos los dos idiomas, sólo que cuando hablamos el de uno no parlamos el del otro y cuando nosotros somos el otro para el uno, obviamente no hablamos su idioma. De todos modos hablamos, a veces entendemos y otras nos entienden. Cuando los dos procesos son simultáneos, entonces es que estamos enamorados, o sea un encuentro absoluto donde no hay ni tiempo, ni espacio, en algunos casos dura hasta las bodas de oro, en otros no se llega ni a la boda, en muchos otros el viaje que viene después del enamoramiento consiste en ir ajustando el rumbo para que sean más o menos afines y en lo posible con algunos "puntos de encuentro", como los que están señalizados en los aeropuertos. Por cierto, no estaría mal que las parejas tuvieran su "punto de encuentro" por ejemplo en medio de las tormentas, o acaso para acortar las distancias infinitas que muchas veces existen y subsisten entre los que están juntos.

Agenda
En suma, no existe una agenda donde queden detallados los desencuentros. Semejante recordatorio tal vez fuera de cierta utilidad en los laberintos de la existencia, pues el humano, sobre todo el masculino, es olvidadizo por naturaleza al punto que muchas veces no le alcanza ni con la agenda de papel, ni con la electrónica, ni con la secretaria de carne y hueso.
En la combinación de encuentros y desencuentros está buena parte de la sal de la vida, pues en ese baile aprendemos de nosotros y de los otros. A esto se le puede agregar la pimienta que implica el sorprender y el ser sorprendidos, que no sólo posibilita disfrutar, sino que nos protege de los que "se la saben todas", pues a esos, mejor perderlos que encontrarlos.


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