| | cartas Justicia y religión
| ¡Qué nos queda, a quienes hemos perdido un hijo, asesinado impúdicamente! ¿Creer en la Justicia? Que debe ajustarse a las leyes establecidas, las que en este caso son espantosamente benévolas (por tratarse de un menor de edad). Una Justicia que necesita de testigos que, cuando llega el momento de comprometerse, desaparecen. Una Justicia que no da respuestas ante la denuncia de irregularidades cometidas en el Instituto de Rehabilitación del Menor, donde se encontraba el delincuente y gozaba de permisos especiales que misteriosamente nadie otorgaba. En una Justicia que deja librada la guarda del menor en manos de un representante de la Iglesia. Tal vez no sería tan descabellado si fuera cierto, pero cómo confiar en un representante de la Iglesia que promete o asegura ante nuestros propios oídos (en pleno reconocimiento del dolor que sentimos) que el homicida no sale ni goza de permisos especiales. No sería tan descabellado si nadie supiera que ninguno duerme allí, que no pueden contener a mayores de 18 años (como ya es, en este caso) si no supiéramos que no es el primero ni el último caso en que esos protegidos salen a veces a delinquir y vuelven. Cómo creer entonces, cuando la Iglesia te pide el perdón necesario para hallar la paz o exige no transgredir los mandamientos y el primero que transgrede, mintiendo, ofreciendo "protecciones especiales", sabe Dios a cambio de qué, es uno de sus miebros. Lamento profundamente esta situación; siempre estuve sujeta a la fe religiosa, pero hace ya unos meses que me cuesta rezar un Padrenuestro, me cuesta mantener la fe ante tanta injusticia. Somos los familiares de Franco Egidi, de sólo 20 años, y con este dolor que sentimos nos damos cuenta que contamos sólo con nosotros mismos. Adriana Romero
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