Año CXXXV
 Nº 49.311
Rosario,
domingo  25 de
noviembre de 2001
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Guerra al terrorismo. El politólogo polemiza con los multiculturalistas
Giovanni Sartori: El islam es una religión "no integrable" a Occidente
indigna al progresismo bienpensante con sus críticas a la inmigración musulmana

Hermann Tertsch (*)

El pensador italiano Giovanni Sartori, el "príncipe" de la ciencia política de la izquierda liberal de Europa, sostiene que la llegada incontrolada de inmigrantes que no quieren integrarse supone un riesgo para el pluralismo y la democracia.
Este liberal de izquierdas de quien mucha izquierda abomina, dice muy claramente lo que tantos otros piensan difusamente y no se atreven a formular por miedo a ser tachados de desviacionistas, reaccionarios o incluso racistas.
-Usted habla de diferentes religiones y culturas del mundo que son más integrables que otras en nuestra sociedad occidental, en la sociedad abierta de que hablaba Karl Popper, aunque en su época, cuando fraguó el término de la sociedad abierta, nadie se enfrentaba a estos desafíos actuales.
-Entonces no existían tales problemas. La comunidad pluralista es para mí esa "buena sociedad" que se caracteriza por que, dentro de la diversidad, genera consenso e integración. Nuestra civilización, la democrática liberal, se basa en convicciones realistas que preceden a las construcciones constitucionales y que son, por medio de la tolerancia, la columna vertebral de nuestro sistema de creencias. Este sistema es hoy perfectamente ajeno a las creencias religiosas. Con esta premisa, digo que las dos cuestiones están en plantearse si los inmigrantes que llegan a Italia y España son fáciles de integrar y, sobre todo, si tienen la voluntad de integrarse. Yo creo que no tienen ningún deseo de integrarse salvo excepciones. E incluso si desearan hacerlo serían los más difíciles de integrar, ya que su sistema de creencias y de valores difiere totalmente del nuestro.
-¿Qué es lo que hace a chinos, indios u otros pueblos no occidentales inmigrantes preferibles a los de religiones "vigorosas y totalitarias", como las llama usted, por ejemplo, la islámica?
-En mi libro (La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros) yo hablo poco de ello y en realidad no hago nunca consideraciones étnicas. Si las hiciera, daría igual que fueran chinos, indios u otros. Son tan diferentes como los otros y, sin embargo, no crean reacciones xenófobas. Se trata de un problema cultural, político y ético. Si fuera étnico serían rechazados todos por igual. Pero el rechazo y la reacción las genera culturalmente el islam, que es una religión pública, no privada, una religión muy fuerte y autoafirmativa. Las religiones sincretistas son privadas y no afectan a la cosa pública. Pero el islam, que pasa ahora por un fuerte renacimiento, es, diría que absolutamente, al cien por cien, incompatible con la sociedad pluralista y abierta de Occidente. Aunque los islamistas son muy diferentes entre sí, ellos tienen un concepto del mundo propio que nada tiene que ver con el colectivo de individuos con una base común, como somos las sociedades occidentales. Los principios de las dos culturas son antagónicas y son ellos los que nos consideran a nosotros los "infieles" aunque estén aquí (en Europa), no nosotros a ellos.
-¿Cuánto puede abrirse esta sociedad, en su opinión, sin que esté en peligro su subsistencia por lo que usted califica de enemigos culturales? ¿Hasta dónde se puede llegar sin hacer peligrar la cohesión y provocar esa fragmentación que usted teme?
-No es fragmentación, es algo mucho peor, es la disolución balcánica de nuestras cualidades pluralistas. Lo que es muy posible. La sociedad abierta, como contraposición a la cerrada, ya no es la que nos conceptuaba Popper. Se trata de establecer cuán abierta puede ser una sociedad abierta para seguir siéndolo. Se trata de poder definir el valor de la diversidad, la solidez del pluralismo, la importancia de la tolerancia. El pluralismo tiene una larga historia en Occidente. Comienza al final de las guerras de religión del XVII. Entonces comienza a cuajar el concepto de que la diversidad no es dañina, sino un valor agregado, y a partir de ahí se desarrollan la tolerancia, el consenso y el pluralismo; sobre estas piezas se ha de basar la sociedad abierta para que no colapse. Estas nociones no son infinitamente elásticas. La apertura total que supone la entrada indiscriminada de todo aquel que quiera hacerlo nos deja sin espacio ni para respirar, pero además supone la entrada de fuerzas culturales ajenas y enemigas de nuestro sistema pluralista. Hay tres criterios para establecer la supervivencia en diversidad. El primero es la negación del dogmatismo, es decir, precisamente todo lo contrario que predica el islam. Cualquier cosa que uno haga tiene que ser explicada por argumentos racionales. Todo acto tiene que ser explicado. No vale eso de que Dios lo dice. El segundo es que ninguna sociedad puede dejar de imponer el principio de impedir el daño, y esto supone que todas nuestras libertades siempre acaban donde supondrían un daño o peligro de daño al prójimo. Y el tercero y quizás más importante es el de la reciprocidad. La reciprocidad dentro de la doctrina de la tolerancia supone que no podemos ser tolerantes con la intolerancia. Yo soy tolerante como anfitrión, pero tú tienes que serlo asimismo desde tu papel de huésped. La religión católica ha sido durante mucho tiempo muy intolerante, hoy ya no se lo puede permitir. Aunque muchas veces quisiera. Ya ha perdido para siempre la ocasión de serlo. Pero el islam sigue pensando en el poder de la espada. Y la obligación en estas religiones es distinta. A la Iglesia católica no le gusta que se vayan sus creyentes, pero se tiene que aguantar. La islámica no te lo permite.
-Dice usted que el pluralismo ha sido un proceso largo cuyo comienzo sitúa al final de las guerras europeas de religiones en la Paz de Westfalia en 1648 y en el que desde entonces, pese a todos los traumas y desastres europeos, se han ido sumando cultura y tolerancia. Viene a decir que el pluralismo, por medio de una integración voluntaria y racional, suma valores, mientras el multiculturalismo fracciona y fragmenta, crea pequeñas sociedades cerradas, de necesidad identitaria en las que se disuelve la premisa de que todos los ciudadanos son iguales y liquida así la ciudadanía, balcaniza.
-Hablo de tres niveles: uno es el nivel de creencia en que la diversidad es buena; después está la necesidad de una estructura plural que supone compensaciones cruzadas y afiliaciones múltiples. Tiene que ser una sociedad en la que la multiplicidad de compromisos niega esa autoridad a la religión, al origen y otros factores o mitos que acaban dando a Dios una fusta dominadora determinante.
-Insiste usted mucho en la necesidad de la reciprocidad entre inmigrantes y, llamémoslos huéspedes. ¿A qué se refiere?
-Nunca he pensado en ello como algunos dicen que para abrir una mezquita en Italia hay que inaugurar una iglesia católica en Arabia Saudita. Me refiero a algo distinto. La reciprocidad supone que si entras en un país que no es el tuyo y te beneficias de ello, considerando que no se te ha obligado a acudir al mismo, entonces debes atenerte a los valores básicos de la sociedad que te acoge. Si no lo aceptas, no es que yo te vaya a echar, pero no te hago ciudadano con los mismos derechos de un país cuyas reglas no aceptas.
-¿Dónde está la clave para esa integración y aceptación de las reglas básicas de convivencia que le son en principio ajenas, en su opinión, a los inmigrantes musulmanes?
-En la escuela. Es ahí donde la segunda generación debe completar una integración que para la primera es imposible por su procedencia y nivel cultural. Las escuelas especiales, islámicas o de cualquier otro tipo (Nota: la comunidad islámica italiana ha reclamado la apertura de escuelas de esa confesión equiparadas a las públicas), sólo fomentan la resistencia a la integración y la lucha cultural contra la sociedad de acogida.
-¿No pasa entonces la integración por la ciudadanía, como tantos dicen hoy en día en la clase política?
-No. Creo que los ciudadanistas quienes siguen creyendo que la integración es una cuestión de mera concesión de la ciudadanía, están cometiendo un grave error. Los papeles no equivalen a integración. Conceder sin más la ciudadanía a personas que en gran parte vienen dispuestas a no integrarse y que acaban formando grupos o tribus de no integrables, y así fácilmente grupos de presión en contra precisamente de la sociedad abierta que aceptó acogerlos, es uno de los inmensos errores que se están cometiendo.
Nota: esta entrevista es anterior a los actos terroristas del 11 de septiembre. Se publica igualmente porque la cuestión que trata sigue vigente y, al contrario, se ha visto ratificada en su gravedad por aquellos actos y el posterior descubrimiento de redes terroristas islámicas en Alemania, España, España y Francia, entre otras naciones europeas.
(*) De El País de Madrid



Cientos de musulmanes oran en una calle de Milán.
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