Año CXXXV
 Nº 49.311
Rosario,
domingo  25 de
noviembre de 2001
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Análisis: Puesta en escena para calmar a las fieras

Mauricio Maronna

El influyente hombre de Anillaco recuperó la libertad, el Partido Justicialista tembló y el delarruismo pareció suspirar aliviado.
Carlos Menem vociferó en un balcón riojano que volvería a gobernar en el 2003 el mismo país que lo tuvo una década como protagonista monopólico, hasta que la sociedad se hartó de un modelo económico-social injusto y del halo de corrupción que sobrevolaba el escenario del poder.
La incapacidad manifiesta de la Alianza progresista, primero, y del delarruismo, después, permitió que, aunque sea por un par de días, las miradas se concentren en un personaje que puede generar todos los sentimientos, menos uno: indiferencia.
El furibundo ataque del ex presidente al radicalismo y a su sucesor pareció sobreactuado, y llegó ¿casualmente? en el mismo momento en que la UCR y De la Rúa atravesaban el peor de los momentos.

Un duelo sobreactuado
El jefe del Estado aprovechó la asunción de Angel Rozas como titular partidario para contestarle a Menem con el ya horadado reduccionismo de la "herencia recibida" y se ganó, por primera vez desde que asumió, un estruendoso aplauso por parte de los correligionarios que se apretujaban en el ámbito del comité nacional.
A Menem y a De la Rúa los une una realidad impiadosa: arañan el piso en las encuestas. El riojano necesita que el presidente llegue hasta el 2003 para ganar tiempo en su intento de "reconciliarse" con la clase media y De la Rúa busca que el termómetro popular aleje del imaginario colectivo un retiro anticipado del poder.
Aunque nadie reparó en este punto, las necesidades convergentes y los golpes que se cruzaron para la tribuna parecieron darles entidad a las voces que hablaron del Pacto de Don Torcuato.
El caudillo riojano mostró su poca propensión a las medias tintas: calificó de "corrupto" al gobierno actual, destrozó dialécticamente a Eduardo Duhalde, ignoró a Carlos Ruckauf y José Manuel de la Sota y chicaneó a Carlos Reutemann con el ofrecimiento del segundo lugar en la fórmula.

La voluntad
La semana entrante querrá volver a sentarse en el trono mayor del consejo nacional justicialista y los medios porteños estarán full time detrás de sus declaraciones.
La irrupción de Menem, sin embargo, no debería sacar de foco la estrepitosa debacle del gobierno, que se limita a culpar de la crisis a "la actitud ahorrativa" de millones de argentinos que "no se ponen las pilas" y no demuestran "ganas de vivir".
El mismo gobierno que contempla impotente a los dos mil nuevos pobres por día y que mantiene en el freezer su plan social. Justo en un país en el que hay más de 4,5 millones de personas con problemas de empleo.
La liberación de Menem fue para los habitantes del poder como un vaso de agua para un organismo deshidratado. A favor de De la Rúa también opera la diáspora peronista, rica en gobernadores "exitosos" pero huérfana en programas alternativos de poder.
Los dramas de la sociedad, al fin, son demasiado urgentes como para que los cure algún bálsamo efectista que tuvo como eje mediático La Rioja y la Casa Rosada.



De la Rúa y Menem tienen la misma urgencia: el 2003.
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