Año CXXXV
 Nº 49.311
Rosario,
domingo  25 de
noviembre de 2001
Min 9º
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Editorial
Golpe al ego rosarino

Los datos del último censo trajeron aparejada una sorpresa desagradable para Santa Fe, que vio cómo Córdoba le arrebataba su lugar de privilegio como segunda provincia del país en cantidad de población. Esa revelación vino acompañada de otra que tampoco se caracterizó por provocar sonrisas entre los habitantes de Rosario. Es que si bien todavía no han sido suministrados datos oficiales al respecto, se conoció anteayer que nuestra ciudad ha quedado por segundo censo consecutivo relegada por la capital mediterránea, que ahora la supera por una diferencia mayor al cuarto de millón de personas. Y si bien el aumento poblacional no se relaciona en lo más mínimo con la noción de progreso material de un conglomerado urbano ni tampoco con el nivel de vida de sus pobladores, no pueden caber dudas de que tales datos reflejan, en este caso, dos realidades distintas y contrapuestas: la de una ciudad pujante, con confianza en sí misma y una clase dirigente que se cierra para defenderla -Córdoba-, y la de una urbe que aún no ha redefinido su perfil después de los bruscos cambios económicos que, iniciados en 1976, terminan de concretarse en la vertiginosa década del noventa.
Ya la compulsa nacional de 1991 reflejaba un cambio que señalaba tendencias: es que la enorme degradación que durante la década anterior sufrió la pequeña y mediana industria -clave en la expansión de Rosario como ciudad, después de su nacimiento y crecimiento inicial vinculados al puerto, boca agroexportadora- había impactado claramente en su desarrollo demográfico. Y por cierto que ese rumbo se vio reforzado durante la pasada década. Dicha transición, desde una economía de producción a otra de servicios, es la que aún no termina de plasmarse como un hecho auspicioso para la ciudad, que busca afanosamente su destino pero aún no consigue emerger airosa de las profundas transformaciones ocurridas.
Ciertamente, la comparación con Córdoba -tradicional rivalidad incluida- no puede ni debe ser manejada, en ciertos matices, más allá de la anécdota. Pero en otro sentido, acaso el paralelo resulte útil. Porque en no pocos aspectos de ambas ciudades es posible percibir diferencias cualitativas en favor de la Docta, mucho más cerca de poseer una identidad propia que la todavía joven Rosario, en la cual, sin embargo, no son escasos el talento ni la capacidad de trabajo.
El tiempo, por fortuna, va hacia adelante. Y el futuro le reserva a la ciudad junto al Paraná un nuevo y más profundo esplendor, si sabe luchar por su destino.


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