Año CXXXV
 Nº 49.311
Rosario,
domingo  25 de
noviembre de 2001
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El arzobispo lamenta la falta de empleo en una ciudad "empobrecida"
Para Mirás la clase política "está mal vista y no tiene apoyo popular"
El sacerdote no dudó en denunciar que la corrupción tiñe por igual a gobiernos y empresarios

Isolda Baraldi

"La clase política está mal vista y no tiene el apoyo popular". La reflexión, lapidaria, corre por cuenta del arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás, quien sin embargo no pierde el optimismo: "Ya tocamos fondo y vamos a volver a surgir". Convencido de que le economía y la corrupción "van juntitas", y que tiñen por igual a los gobiernos y a la clase empresarial, tiene su propio diagnóstico de la ciudad, que a su juicio no sólo padece la ausencia de trabajo, sino la de "una cultura del trabajo". En diálogo con La Capital, insistió con que el pago de la deuda externa "no puede significar la muerte de millones de compatriotas", y con sinceridad aunque "con miedo" consideró que los gobiernos provincial y municipal "son ordenados". Mirás tuvo una destacada participación en el sínodo de obispos que se celebró en Roma, donde bregó porque las autoridades eclesiásticas abandonen títulos y honores.
-En la reunión del Vaticano se instó a los obispos a acercarse al pueblo y dejar títulos y honores.
-Fue sólo un aspecto. Los temas más presentes a pedido del Papa fueron el de la colegialidad y la búsqueda de la unidad de la Iglesia. También se habló de la necesidad de la formación permanente de los obispos y de la importancia del acercamiento al pueblo de Dios. El tema de los títulos y honores es una formalidad.
-Pero existe una imagen de que cuando un párroco llega a obispo se produce una distancia con la gente.
-Sí, hay que evitar esa sensación. En realidad no existe esa distancia, pero cuando el pueblo lo siente no se acerca al obispo, porque pareciera que hacerlo es como subir un monte imposible de escalar.
-Nuevamente los obispos denunciaron, en un documento muy duro, el despilfarro de los dineros públicos, las necesidades extremas de la gente y atropellos de los derechos ajenos...
-No fue un documento, fue una carta al pueblo. No quisimos hacer declaraciones porque venimos haciéndolas desde hace mucho tiempo y no parece que tengan mucho efecto. Parecen un relámpago el día que se publican e inmediatamente se acabó. Pensamos que el pueblo sufre, queremos estar cerca y lo instamos a seguir adelante en el camino de la santidad, que no es otra cosa que vivir en justicia y solidaridad. Por eso afirmé que no se puede matar a 37 millones de compatriotas para pagar la deuda externa, porque primero está el hombre y luego los otros bienes...
-Es curioso que usted haga permanente referencia al pueblo, un vocablo borrado del discurso de los políticos.
-La clase política está mal vista y no tiene apoyo popular. Ya estamos en un punto donde tocamos fondo y del cual vamos a surgir. No sé si el año próximo, puede ser que tarde más, pero no se puede quedar en esta situación toda la vida.
-¿El mensaje de la Iglesia está atravesado por la cuestión económica?
-Por la problemática social en general. La cuestión económica y la corrupción van juntitas siempre. Cuando se habla de corrupción se piensa inmediatamente en los gobiernos, pero también existe en las empresas privadas, que no pagan los impuestos o no depositan los aportes jubilatorios cuando se los descuentan a los empleados. Tal vez todos somos culpables de lo que pasa.
-En ese contexto, ¿es optimista?
-Sí, la gente común se está dando cuenta de muchas cosas, y las está manifestando...
-¿Cómo percibe a Rosario por estos días?
-Empobrecida. No culpo a nadie pero estamos padeciendo muchas cosas, fundamentalmente la falta de trabajo o el trabajo degradado, el vivir de changuitas. Todos los días recibimos personas de migraciones internas que dicen "acá es mejor de como estábamos", y así se incrementan las villas de emergencia. Veo esta situación en esta ciudad, me parece por ejemplo que en Buenos Aires tienen más recursos, más puestos de trabajo. Puede ser que cuando se termine el puente Rosario-Victoria, y también con la reactivación del puerto, se incrementen los puestos laborales.
-¿Cuál es el reclamo que más se escucha en las parroquias?
-Trabajo, la gente quiere trabajar. Pero también creo que falta un poco la cultura del trabajo. Muchos se han acostumbrado. Por ejemplo, los jóvenes a los que desde chicos la Iglesia, el Estado u otra organización les han dado de comer han crecido en la cultura de que todo tiene que venir de arriba.
-¿Esa creencia está arraigada en la población?
-Sí, pero de todas maneras no hay oportunidad de trabajar. Nosotros les estamos dando de comer a aproximadamente 10 mil chicos que tienen esa sola comida diaria. Ellos a la noche se arreglan con un pedazo de pan, o un mate cocido, no sé. Incluso tampoco saben comer, porque si uno les saca el guiso y les da cosas menos pesadas y más ricas, no las comen. ¡Vaya usted a darle a un chico de estos comedores un yogur! No lo come, no sabe lo que es. La situación es cada vez más dramática. Espero que no se corte la ayuda social hasta que se recreen las oportunidades laborales, porque sino el pueblo deja de comer.
-¿Qué opina de los gobiernos provincial y municipal? ¿Cómo es la relación?
-Creo, y lo digo con miedo pero con sinceridad: al lado de lo que uno escucha que ocurre en otras partes, todavía en Santa Fe hay orden. Algunas cosas no nos gustan y pataleamos, pero nos escuchan. De todos modos nuestra misión es espiritual, no nos metemos en problemas de gobierno porque no nos corresponde.



Si se corta la ayuda social, el pueblo "deja de comer", dijo.
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