Año CXXXV
 Nº 49.308
Rosario,
jueves  22 de
noviembre de 2001
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cartas
Defensor de la paz y el amor

Hace unos días, buscando unos papeles, cayó en mis manos una vieja revista médica (MD en español, de diciembre de 1968). Hojeando sus páginas descubrí un artículo sobre la vida y la obra del talentoso escritor, dramaturgo, biógrafo y doctor en filología germánica, Stefan Zweig; amante, por sobre todo, de la no violencia, defensor de la democracia y la libertad del ser humano. Un párrafo me llamó la atención, especialmente por la vigencia actual. En el prólogo de su libro "El tesoro de la democracia", dice: "Todos nosotros afrontamos el problema de qué hacer para defender y sostener la democracia, porque defendiéndola defendemos todo lo que hace a la vida digna de ser vivida. Cualquiera que intente, no importa bajo qué postulado, destruir el derecho del hombre a determinar su propio destino -y esto es lo que significa democracia- es un enemigo de la humanidad". Conviene recordar que Stefan Zweig, nacido en Viena en 1881 (este año se cumplen 120 años de su nacimiento) se suicidó en febrero de 1942, en Brasil, lugar que había elegido para vivir sus últimos años, alejándose de una Europa convulsionada y al haber sido exiliado y prohibidos sus libros por el entonces régimen nazi. Se quitó la vida junto con su segunda esposa Lotte, víctima de una tremenda depresión y sumido en la más angustiosa amargura, ya que, habiendo soñado desde muy joven con un mundo "que no violará los derechos ni la conciencia de nadie", pacifista genuino le tocó ser testigo de dos guerras terribles él, que deseaba apartarse de la violencia y luchó con su pluma en bien de la paz, tuvo que presenciar que "la belleza y armonía del mundo estaban casi destruidas por la inhumanidad del hombre". En sus escritos reflejó muchas veces su ansiedad, su desesperanza y su desilusión por esta inhumanidad, y pidió incansablemente trabajar por la paz, solicitando que en las escuelas se impartiera enseñanza cultural y el amor y respeto por la vida. Como colofón, terminó con sus desesperadas palabras que serían también las últimas, escritas antes de quitarse la vida: "Así pues, considero que lo mejor es terminar a tiempo y con dignidad una vida en la cual el trabajo intelectual fue el placer más puro y la libertad personal, el mayor de los bienes terrenales y ruego para que quienes pelean aún, puedan ver pronto la victoria y la paz".
Augusta M. R. de Rossi


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