Rodolfo Montes
La presencia del Sindicato Gastronómico junto al abanico de fuerzas gremiales que habitualmente convoca el camionero Hugo Moyano era una de las noticias de la tarde. La central obrera disidente empezaba a desgajar a la oficial. Sin embargo, el controvertido jefe de mozos y cocineros y ahora senador nacional electo por el distrito Catamarca, Luis Barrionuevo, no estuvo en el palco. Sus representados del distrito ciudad de Buenos Aires se ubicaron a una prudente distancia del palco. La Plaza de Mayo se fue llenando de manifestantes desde las 2 de la tarde, cuando los 30 grados de temperatura y los 3 mil puntos de riesgo país hacían del microcentro porteño un lugar poco amigable. Como muchos actos sindicales en la histórica plaza, no estuvo ausente la liturgia militante, especialmente peronista, con toda su sonoridad, su color y hasta sus olores. El rincón de la plaza donde hacen esquina las calles San Martín, Rivadavia y Diagonal Norte, la catedral y el Palacio Municipal fue el lugar elegido por los organizadores para poner el palco. Desde allí se veía y sentía en el aire espeso, sobre la multitud, la mezcla de humos de la pólvora de fuegos artificiales, sudores potenciados por bebidas espirituosas y algún puesto clandestino de choripán. El discurso de cierre de Moyano fue el sexto del acto, cuando arreciaba una fuerte llovizna. Todos tuvieron un hilo conductor: la conmemoración del Día de la Soberanía y la obligada referencia a la gesta de Lucio Mansilla en la Vuelta de Obligado, la emblemática batalla del 20 de noviembre de 1845 contra la flota anglo-francesa a la altura de San Pedro, sobre el río Paraná. "El corte del río fue el primer corte de rutas", repitieron. A pocas cuadras del palco de Moyano y contemporáneo al acto, se terminaba de implementar la puesta en libertad de ex presidente Carlos Menem. Sin embargo, nadie trajo ese tema a la plaza, ni para bien ni para mal, ni arriba ni abajo del palco.
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