Año CXXXV
 Nº 49307
Rosario,
miércoles  21 de
noviembre de 2001
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Interiores: "Estímulos"

Jorge Luis Besso

Nada más imprescindible para la vida que los estímulos, tanto para la vida proyectada como para la de todos los días, pues cada día hemos de pasar del sueño a la realidad y de la realidad al sueño, sea en casa o en casa ajena, de local o visitante el partido hay que jugarlo, algunas veces por el campeonato, muchas otras para no irse al descenso, esto es para mantener la categoría, algo especialmente difícil en estos tiempos y mucho más al sur del cono sur donde tanta gente vive inundada de agua y de problemas mientras asiste al espectáculo, al verdadero reality show, de la llamada clase política que ha logrado una combinación impensada: viveza con imbecilidad.
En el lugar del cerebro hay un bolsillo que sólo se abre para sí mismo. Por lo tanto, la inteligencia ha sido desplazada y eximida de todo otro menester, con lo que esta fauna ha pasado de tener un discurso vacío, a un vacío de hechos positivos que sean para todos, y a constituir una auténtica masa de egoístas apenas disimulada por las interminables peleas internas que son, precisamente, desestimulantes, salvo para el riesgo país medido por unos señores que confunden las pantallas de sus monitores con la realidad.
El capitalismo de hoy se aleja cada vez más de la ilusión de Marx, pues él imaginó un movimiento progresivo en la historia que llevaría del capitalismo al comunismo, y en lugar de eso nos encontramos con un paso regresivo que nos arrastra del capitalismo al feudalismo.
- Vara con punta de hierro de los boyeros, así define La Real Academia "estímulo", definición a todas luces estimulante y más que nada punzante, aunque surja la pregunta de que cosa es un boyero: el que lleva o conduce los bueyes. La definición ha perdido actualidad pero no vigencia, pues hay lugares en que el oficio perdura, como que también ha habido y aún hay líderes con su respectivo ganado. Lo que también tiene vigencia es el sentido de la definición pues de esta forma el estímulo es algo esencialmente externo.
Al mismo tiempo resulta imprescindible un supuesto, esto es, la respuesta del cuerpo y por lo tanto del cerebro punzado, lo que viene a conformar un esquema muy conocido: E-R. Esta idea está en la base de la educación y de la crianza, ya que una vez llegados al mundo hemos de ser estimulados, pero no sobre-estimulados ni mucho menos sub-estimulados, con lo que la cuestión del equilibrio se pone en juego en el instante mismo de la largada, y antes también.
Tomemos la clásica y gran clasificación de los estímulos:
* Externos.
* Internos.
Esto lleva a la configuración de dos polos:
* Interior.
* Exterior.
Claro está que se trata de una clasificación y una división de límites imprecisos y de carácter inestable, ya que entre interior y exterior hay una frontera lábil, de forma tal que muy a menudo los tantos se mezclan, y la percepción humana tiene que hacer maravillas para lograr un mínimo de objetividad que, a su vez, es lo máximo que se puede lograr, para no fastidiar y para que no nos fastidien, para crecer y que no nos detengan, para disfrutar y que no nos aplasten.
Estamos rodeados de estímulos y, sin embargo muchas veces no vemos ninguno. Al mismo tiempo a toda la menesunda externa, que los pensadores llaman caos, la abordamos desde un interior impregnado de sensaciones e impulsos que constituyen los estímulos internos: buena parte del trabajo psíquico es esta mediación entre estímulos externos e internos y que conforman nuestros gustos, disgustos, aprecios, desprecios, pasiones, indiferencias, vocaciones, ideales y demás yerbas con las que labura un sujeto para realizar su humanidad.
En suma somos estimulados y somos estimulantes en forma natural o en forma artificial ya que el humano desde siempre se ha mostrado proclive al uso de drogas varias que lo estimulan, lo frenan, lo equilibran, o lo hacen sopa, peligro que se corre tanto con las drogas legales como con las ilegales.
Con todo, quizás conviene destacar que estimulados también quiere decir "domesticados", pues la sociedad es el "boyero" que nos lleva y por caso, nos hace pasar por: el día del niño, de la madre, del padre, de los enamorados, el día del trabajo, o del desempleo, el día del comienzo de las clases o de las vacaciones, etcétera. Muchos de esos días pueden ser el día de uno, muchas veces ninguno lo es, ya que lamentablemente sólo lo "habitamos" y conviene recordar que no es lo mismo habitar la vida que vivirla.


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