Año CXXXIV
 Nº 49.304
Rosario,
domingo  18 de
noviembre de 2001
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Los fraudes de un extraño cuentero
Historia del crimen: El estafador de los nombres distinguidos
Arturo González se ocultó bajo un sinfín de identidades falsas. Decía ser hijo de Roque Sáenz Peña

Osvaldo Aguirre

Nadie sabía cuál era su verdadero nombre. Cada vez que daba un golpe utilizaba una identidad diferente y, con el seudónimo, inventaba un personaje siempre distinto. El que más le gustaba -o que resultaba más efectivo para sus fines- era el de persona influyente y de familia aristócrata. A fines de los años 20, cuando actuó en Rosario, se lo conoció como "el estafador de los nombres distinguidos".
Aparentemente se llamaba Antonio González, nacido en Rosario el 29 de julio de 1893. Pero él decía ser hijo natural del ex presidente Roque Sáenz Peña, y entonces se daba a conocer con ese apellido. Y utilizó varios más, algunos pertenecientes a protagonistas de la historia argentina (Urquiza, Mitre, Güemes), otros a familias burguesas (Subercasseaux, Quintana, Unzué, Guerrico) y también a personajes de actualidad (se hizo pasar por Fidel Zabala, comisario de Buenos Aires que gozaba de cierta popularidad).
La historia de González era una interminable sucesión de engaños. Además de contar con una aptitud notable para convencer a la gente prácticamente de lo que se le ocurría, usaba cartas y telegramas que él mismo falsificaba y donde altos funcionarios y personalidades aparecían haciéndole giros de dinero o bien recomendándolo para ocupar puestos o efectuar gestiones.
El 13 de enero de 1915 se casó con una joven burguesa en San Miguel de Tucumán bajo el nombre de Arturo Urquiza. A fines del mismo año, el 6 de noviembre, volvió a contraer matrimonio, esta vez en la localidad de Monteros, también en Tucumán. Y poco después, aunque su primera esposa ya lo había denunciado por bigamia, se casó por tercera vez, en Tafí Viejo y con Juana Socci, de 17 años. Entonces se hacía llamar Arturo Sáenz Peña. La familia de esta chica tenía dudas sobre el pretendiente, hasta que recibió una carta con referencias que firmaba nada menos que Alfredo L. Palacios, el famoso dirigente socialista. Lástima que no fuera sino otro invento del estafador.
En su opinión, el matrimonio no era sino un recurso para engañar a jóvenes de familias pudientes y apoderarse de su dinero. Después del último matrimonio, viajó en luna de miel a Buenos Aires y se instaló con su mujer en un hotel de la avenida de Mayo. La noche de bodas tuvo un final inesperado: "Sáenz Peña" se apropió de las joyas de su esposa y desapareció.
Como tenía un pase -también falso- para viajar en tren, se dirigió entonces al sur del país y se estableció en Neuquén. Logró ser admitido como empleado en la jefatura de policía de esa ciudad. Desertó en septiembre de 1916, tras ser enviado en comisión a Nahuel Huapi, donde desempolvó sus "títulos" para estafar a la casa comercial Farre y Jones.
En febrero de 1918 fue detenido en Tucumán, donde había regresado un tanto inexplicablemente. La primera esposa insistía en su denuncia, que de bigamia debió pasar a ser caratulada como poligamia. "Sáenz Peña" simuló un intento de suicidio y logró ser trasladado a un hospital: allí hizo llamar al último de sus suegros y le dijo que iba a dictar testamento.
El anuncio resultaba sorprendente, dado que el estafador vivía del esfuerzo ajeno. Sin embargo, dijo ser poseedor de una fortuna que calculaba en casi 400 mil pesos y que le correspondían por la herencia de su supuesto padre, el ex presidente. Se demostró generoso: repartió el dinero entre sus mujeres y allegados. Pero los honorarios del escribano fueron abonados por su suegro.
Posteriormente escapó de la cárcel y se trasladó a la ciudad de Buenos Aires. El rastro del estafador se perdió durante varios años, hasta que reapareció en Rosario a fines de 1928. No quiso que su llegada a la ciudad pasara desapercibida, y organizó un baile en el Hotel Savoy. Después obtuvo una entrevista con el gerente del Banco Nación, se presentó como Sáenz Peña y le extendió un telegrama. "Anoche giré mil pesos Banco Nación -rezaba el mensaje-. Pasa a cobrarlos. Firma: Ana Urquiza". El gerente no se obnubiló por la danza de nombres célebres y le aseguró que el giro no había llegado. "Sáenz Peña" se retiró, ofuscado y con la amenaza de hacer actuar a sus influencias.
A principios de 1929 asumió una nueva identidad: dijo llamarse Luis Tamburini. Parece haber recorrido entonces la zona rural del sur provincial. En Bigand, para enamorar a una chica, se hizo pasar por farmacéutico. Con ese título, en marzo retiró mercaderías de la Droguería del Aguila, en San Martín al 800 de Rosario. Por supuesto, se fue sin pagar; era un incidente secundario, pero terminaría por costarle la libertad.
De vuelta en Rosario, se hizo pasar por estudiante de medicina y consiguió trabajo en la Asistencia Pública. Se cuenta que al ir a una casa para atender una urgencia médica puso el ojo en una joven de una familia tradicional -de cuyo apellido las crónicas no quieren acordarse-, la conquistó casi en el acto y luego le propuso casamiento.
El matrimonio iba a celebrarse el 22 de marzo de 1929. Pero un día antes, cuando caminaba por Mendoza y Ovidio Lagos, la policía de Investigaciones detuvo a "Sáenz Peña" por la estafa a la Droguería del Aguila. Y eso no era cuento.



Antonio González nació el 29 de julio de 1893.
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